Confesiones del Padre Arturo: Exilio parte 2

Continuamos con Exilio.

Con el paso de las semanas, mis influencias en aquel pequeño poblado se iban extendiendo conforme el colegio parroquial y la parroquia misma, iban creciendo en feligreses que retornaban a este centro de oración, entusiasmados por los visos de prosperidad que había llegado con un nuevo párroco, pero sobre todo por la llegada de la presa.

Si bien al comienzo tuvimos una modesta cantidad de alumn@s, el número comenzó a crecer conforme más padres de familias se iban dando cuenta que otros los iban convenciendo de sumarse. Incluso el mismo alcalde nos apoyó con la difusión.

Cada semana comenzamos a recibir más estudiantes, llenando el límite que tenía planificado apenas inicié este proyecto. Aunque calculaba que muy pronto llegaríamos al tope, no me agradaba la idea de dejar a alguien fuera, por lo cual en algunos casos tuve que mover los horarios de mis docentes, para incluirme en el dictado de clases. Al menos unas horas dentro de cada salón y poder liberar un salón más.

Debo deciros que para ser un pueblito lejano, del cual no tenía muchas esperanzas para encontrar niñas tan bonitas como deseaba, si encontré nenitas muy lindas y hermosas que rápidamente puse bajo mi radar.

Ya con mis conocimientos y la creciente influencia que iba adquiriendo no solo en la parroquia sino también en el pueblo, estaba seguro que dispondría de muchas oportunidades para lograr disfrutar de sus infantiles figuras.

Y es que conforme me iba acercando más al alcalde y las autoridades, cada vez mi presencia era más requerida, para ceremonias, misas privadas, bautizos, matrimonios y otros en los cuales la parroquia participaba activamente. Como único sacerdote, procuré abarcar lo más que mis fuerzas me daban, siempre pensando en las futuras y “pequeñas” recompensas que esto me dejaría.

Y son estas “pequeñas” recompensas de las que seguro deseáis saber, estimados lectores. Pues bien, como recordaran en mi anterior relato, me encontraba instruyendo personalmente a la pequeña Susi para que pudiera ser partícipe de la misa mientras leía los salmos y peticiones… ¡Susi, la pequeña culoncita de 6 añitos!

Tal tarea tenía muy interesados a sus padres, en especial su mami quien me permitió quedarme a solas con ella. Ocasión perfecta que yo aproveché para puntearla adiestra y siniestra, confirmando de esa forma si la nena era la indicada para ser la piedra angular en mis poco decorosos planes…

Y dada la permisividad de este evento y la complicidad de su mami, algo me decía que mis sospechas quedaban completamente confirmadas respecto a la aptitud de Susi para dicho puesto y que su mami no pondría objeciones para las excusas que recibiera…

Y es que el interés de las personas en la parroquia iba creciendo y más feligreses se iban uniendo, eso entusiasmó mucho más a los primeros misioneros que colaboraron conmigo, ya que para premiar su lealtad comencé a repartir jerarquías (algunas hasta innecesarias), con el fin de tener un séquito de adeptos cuya fidelidad me sería útil muy pronto.

Y entre esos adeptos estaban los padres de Susi, pero no eran los únicos. Como bien saben entre esos padres estaban Rufo y su esposa Delia, padres de Leydi…

¡Uff! Leydi! Aquella pequeña nenita de casi 3 añitos de la cual, en mi última visita, degusté una probada del enorme potencial tenía.

Con mis labores atosigándome y la falta de excusas que se me ocurrieron, prácticamente no volví a tener ocasiones de acercarme a esa niña…. ¡Hasta hace poco!

Y es que tras el “ascenso” de mis primeros feligreses en algunas labores, coordiné que Delia y otro par de misioneros se encargara de la elaboración de los arreglos florales que vendrían a ser parte de la decoración en el altar… ¡Menudo privilegio!

Bastó una minúscula parte del presupuesto conseguir las flores y sus accesorios necesarios para el trabajo, sin embargo también se requería la mano de obra. Por suerte una de las feligresas dijo que podía hacerlo si tenía dos colaboradoras y rápidamente me encargué de anotar a Delia entre ellas… ¡Oh casualidad!

Sí. No soy adivino, pero intuía que con Rufo todavía postrado, y con Delia haciéndose cargo, lo más seguro que ocurriera sería que la señora tuviera que traerse a la pequeña Leydi consigo. De los 3 hermanos mozalbetes no me preocupaba. Ya grandes y movedizos de seguro su madre aprovechaba para dejarlos en casa con Rufo y básicamente se preocuparía por traer a Leydi… Claro, todo lo que les digo no fue más que un presentimiento y en sí, una apuesta… Bien podía dejarla con alguien más, pero a veces cuando hilvanas bien las cosas, la diosa fortuna termina estando de tu lado…

¡Y así sucedió! Aquel sábado por la tarde, Delia trajo a su pequeña Leydi consigo, la nenita llevaba un vestidito blanco y zapatitos… Casi me dio un vuelco en el corazón cuando la vi tan linda entrando en la parroquia con su mami del brazo. Inmediatamente me recuperé de la impresión y salí a su encuentro para recibir a ambas.

-Buenas tardes Padre…- me dice Delia apenas me ve.

-Buenas tardes, hermana. Pase por aquí…- responde guiándola por el pasillo-… las hermanas Ofelia y Tolomea se encuentran en la capilla, junto al altar… ¡Buenas tardes, Leydi!

-Leydi, saluda al Padre… “Hola” – dice Delia tomando la manita de su hija y haciendo el ademán de saludar. Sabía que la pequeña no hablaba aún y solo se comunicada con algunos gestos.

Sin embargo, noté que la nena me recordaba por como se me quedó mirando

-Hola Leydi… Por cierto hermana, creo que sería mejor si me llevo a Leydi hasta el otro ambiente, para que no se aburra mientras usted y las hermanas avanzan con los arreglos.

-Ay Padre… no será mucha molestia?

-Pardiez, no! Allí está todo acolchonado y no se hará daño, además hay algunos juguetes para que se entretenga… Más bien, apresúrese que la hermana Ofelia está por empezar.- le indico aprehensivo para terminar de forzar su decisión de dejarme a su hija a cargo.

-Gracias, Padre! Leydi, pórtate bien y no rompas nada! – le advierte Delia justo antes de salir disparada hacia donde la esperaba el comité de arreglos florales…

Tomando de la manita a Leydi, me la llevé como un energúmeno desbordante de lujuria contenida mientras su mami ingresaba a la capilla, sin saber que había dejado a su criatura en las manos de tremendo depredador…

La nenita de 3 añitos, tan frágil como manipulable, me seguía cual muñeca de trapo, sabiéndome conocido de la familia, y sin llorar porque la alejaran de su mami…

¡Increíble! ¡Leydi no lloraba! Lo repito por que me parece raro en niñas de su edad, donde algunas son bien apegadas a sus papis y ni bien las alejas ya están llorando. En cambio Leydi, con aquella mirada inocente hacia su captor y chupándose el pulgar, no dejaba escapar alguna objeción.

Crucé los terrenos de la parroquia, dirigiéndome hacia aquella puerta que significaba la separación entre la parroquia propiamente dicha y los terrenos del colegio parroquial.

Siendo sábado, aquel lugar era un desierto y así lo sería hasta que el lunes por la mañana, llegaran para hacer la limpieza previa a las clases. Recorrí el patio con la niña casi a rastras porque la emoción me hacía llevármela más rápido, hasta que finalmente decidí cargar a la nenita.

– ¡Vamos, Leydi preciosa! Vamos a “jugar” algo muy divertido…- le digo tomándola en brazos y entrando con ella al almacén del colegio donde guardamos las colchonetas para educación física.

Recordar como en otras ocasiones me llevaba a Anita, para gozar de su infantil figura en otro lejano colegio parroquial, y como ahora traía a una nenita de menos de la mitad de su edad a un lugar parecido, simplemente me tenía al borde de cometer una locura con aquella tierna criatura…

Bajé a la nenita hasta dejarla sobre la colchoneta, que para su tamaño parecía como si rebotara sobre ella y la nena dio saltitos, aún chupándose el dedo.

– Muy bien, Leydi… No hay tiempo que perder mi vida… – le digo casi hablando solo, porque la nenita ni decía nada por su corta edad… Y esto poco a poco comenzaba a hacerme sentir de una manera distinta… ¡Las reticencias por lo suelos!

Siempre procuré mostrarme objetivo con mis otras nenitas, es decir, no dejar que la lujuria revele algún gesto de depravación tan pronto las conocía… construyendo una máscara para ganarme su confianza y cuidando mis palabras y acciones para no dejar que las niñas hablaran sobre mí…

Sin embargo, ahora tenía frente a mi a una niña de casi 3 añitos que no decía nada y no mostraba gestos o formas para delatarme… De alguna forma me llevaba a desatarme mucho más que con las otras… ¡Las caretas por los suelos! ¡Las excusas eran cada vez menos necesarias!

– A ver Leydi, vamos a quitarte tu ropita… Eso preciosa… Ufff..- bufo sin poder aguantar las ganas cuando tomo su vestidito blanco de los tirantes y lo levanto dejando a la nena solo con unas diminutas braguitas con flores que cubrían aquel tesoro bendito.

Leydi levantó sus manitas para dejarse desvestir, mostrándome su cuerpito blanquito y hermoso frente a mí… Aquella niña de casi 3 añitos se exhibía semidesnuda a solo unos cms de mi lado.

– Ufff.. Preciosa Leydi…- deliro acercando mi lengua a su cuerpito, lamiendo como desquiciado aquella tersa piel que me ponía de sobremanera… ¡Hedonismo al máximo!

Palpaba aquella nenita dócil y que solo se chupaba el dedo, dejándome toquetearla por todos lados mientras lamía sus pezoncitos (haciendo que la nenita me mirara sonrojada), bajando hasta su pancita y echándola sobre la colchoneta.

Conmigo de costado hacia la nenita que echada boca arriba me dejaba vía libre para hacerle lo que me viniera en gana, probé haciéndole cosquillas en su pancita.

– Brrddrrrr!!

– Jijij…- reía la nenita mirando como lamía su pancita, besuqueando su tersa piel de ángel con una suavidad que desquiciaría a cualquiera.

En un arrebato de lujuria también bajé mis manoseos y caricias hasta finalmente llegar a babosearla muy cerca de su truzita.

-Vamos a quitarte esto, Leydi… Ufff!!- deliro justo cuando tomo ambos bordes de las braguitas, y con la ayuda de la pequeña que levanto sus piecitos, finalmente retiró aquel inútil pedazo de tela que me impedía la visión de su rajita.

¡Allí estaba nuevamente! Aquella tierna línea que me sonreía, tan deliciosa a la vista para ponerme a babear desquiciado por estar en la posibilidad de degustarla…

Como un energúmeno, la tomé de sus piernitas y las abrí mientras la nenita seguía echada sobre el colchón, solo para apreciar aquella rajita en todo su esplendor mientras veía como su anito se revelaba frente a mí.

Aquel caminito entre los orificios de la nenita abría un sinfín de posibilidades con tan tierna niña, a la que no le debía ninguna cuenta para acceder a ellos… ¡Era tan dócil como una muñeca!

-Jiji….- vuelve a reír juguetonamente la pequeña cuando ya cegado por la lujuria, me lanzo a degustar de aquella sabrosa rajita de 3 añitos… ávido por saborear las mieles de tan tierna criatura.

-Mmmm!! Joder… Mmmm!! Que sabrosa chuchita mi Leydi… Dios santísimo…- deliro ensalivando aquella vaginita y sintiéndome dueño de ella.

El calor de aquella cerrada habitación, poco a poco comenzó a hacer efectos en mi excitado ser, ya casi sentía abochornarme al usar mi sotana y no tardaría en bañarme en sudor…

¡La locura me invadió al fin! Desatado por las sensaciones que aquella nenita dejaba en mí, al verla desnudita sobre la colchoneta, yo también dispuse a desnudarme para acompañarla.

La tierna criatura me miraba volviendo a juntar sus piernitas, mientras yo me retiraba la sotana y bajaba el pantalón para quedarme igual que Leydi, tal como Dios nos trajo al mundo…

Con cada prenda que caía, iba sintiéndome más vivo, menos falso y por fin desatando mi lujuria con aquella nenita a quien me mostraba como lo que era: un amante de las niñas y sus delicadas figuras, sin ningún discurso preparado para degustar de su cuerpito…

-Muy bien, Leydi… Ahora sí podemos jugar más cómodos, mi amor.- le suelto dándole un beso casi obligado porque la nena ni respondió por lo confundida que debió estar, mientras que con mi otra mano acercaba una caja en el suelo, muy cerca a nosotros.

Nuevamente la abrí de piernas para seguir saboreando aquel manjar de dioses mientras recorría mi lengua experta por toda su rajita… Desnudo y ya sin nada que ocultarle a la tierna criatura, podía sentir el roce de mi cuerpo con el suyo mientras me esmeraba en darle una buena comida de chuchita…. ¡Manjar de dioses!

-Jiji… Ah! Jijij…- chilla y ríe la nena cuando de pronto la levanto un poco más pero esta vez para no solo lamer su rajita, sino también llegar hasta su anito, diminuto y virgen como lo esperarías de una nena de casi 3 añitos

– Joder! Vamos a jugar algo Leydi… A ver… hacia aquí, bebe…- le digo levantando a la nena para echarla de costado junto a mi que tomé algo de mi caja especial.

-Mira este juguete, Leydi… ¿Te gusta? – pregunto dándoselo a la nenita. Un teclado pequeño con cara de animales en cada una de sus teclas…

OINKKK!!, suena apenas la nena presiona una..

-Jijiji…

BEEEE!! MIAUU!!

-Jijij…

Con la nenita de 3 añitos entretenida mientras tocaba cada uno de los sonidos de su nuevo juguete, dándome vía libre para juguetear con su tierno cuerpito.

-Muy bien, pequeña.. Juega con eso mientras yo te como tu rajita y culito… Joder! – le digo directamente y sin reparos, pero sobre todo con evidente lujuria que, solo un alma inocente como Leydi, no percibiría alguna mala intención en mis palabras…

Babosee aquella rajita y culito pasando mi lengua y dedos por su superficie ávido de comerme los agujeritos de aquel tierno ángel de casi 3 añitos.

-Joder! Que sabrosa rajita mi Leydi… ¡Que sabrosa, Dios Bendito! -deliro sin reparos en que alguien me escuchara, aislado de toda la parroquia que continuaba sus actividades mientras yo, un completo depravado amante de las niñas, se divertía con la hija pequeña de una de las feligresas…

La pequeña siguió haciendo bulla con su teclado, mientras yo seguía en mi mundo, ávido de sus manjares y degustar de su cuerpito, hasta que sentí que era momento de experimentar con aquella niña.

Saqué otro accesorio de mi “caja mágica” y lo encendí antes de volver con Leydi…

-Jijijiji!! Ah! – chilla Leydi cuando comienzo a pasar un huevo vibrador por su rajita… la nena instintivamente se cubre, pero yo soy más rápido para apartar sus manitas.

– Shh! Tranquila bebé… Deja tus piernitas abiertas, te va a gustar, mi tierno ángel.- le digo volviendo a acercar el huevo a su chuchita…

El teclado ya había sido dejado de lado y la nena solo se concentraba en lo que le sucedía a su vaginita ¡Y con razón! Aquel huevo vibrador captaba toda la atención de la nenita…

– Ahh! Jijijji…- atina a soltar Leydi ya sin poder taparse porque la tenía sujeta y no dejaba que me apartara ese huevo de su rajita.

Ya ido en lujuria, me echo al costado de ella y comienzo a lamer sus pezoncitos, haciendo círculos y degustando aquella piel de seda y blanquita de mi Leydi, mientras por debajo seguía presionando el huevo vibrador en su rajita.

-Jiji.. Ah! – gime Leydi cuando de pronto presiono más el vibrador estimulando su vaginita y besando su rajita, mientras tanto… la nenita estiro su piecito justo hasta mi verga…

-Ufff.. Joder! – deliro, cuando mientras hacíamos eso, la nenita con su piecito estirado por mis manoseos, alcanza a rozar mi verga erecta que reclamaba participar del manoseo con la niña.

La pobre niña sin saberlo, me estaba haciendo una paja recorriendo juguetonamente su piecito por todo el tronco de mi falo, mientras yo estimulaba su rajita con el huevo y lamía sus pezoncitos… ¡Y apenas tenía 3 añitos, joder!

Fue ahí que decidí volver a echarla boca arriba con sus piecitos estirados, tomé mi verga y la acerqué a su rajita infantil… ¡El fálico acosador tentaba la entradita de la dulce infante!

Empecé a tallar mi miembro por la superficie de su chuchita, subiendo y bajando, en aquel cauce desesperado de pasiones, en las cuales el contacto con aquella vaginita me daba un placer inmenso al rozar tan tierno ser…

Arriba, abajo, arriba, abajo.. tallaba mi verga imaginándome mancillando a aquella criatura de apenas 3 añitos, mientras la nenita miraba hacia nuestros sexos, aún inocente de las verdaderas intenciones de todos mis movimientos…

En un momento, casi me entra la locura cuando fingí presionar su vaginita con la punta de mi verga… ¡Ufff! … ¡Por poco y no me aguanto!… Y más aún cuando baje mi falo hasta su culito, el cual también presioné un poquitillo, haciendo que la nenita diera un quejido…

-Shhh… Tranquila, mi vida… Aún no es el momento… Pronto, bebé… Ohh…- deliro hablándole pero también a mí mismo. Soñando despierto con la posibilidad de atravesar aquella colita infantil, aún con todos los riesgos que significara…

Obviamente, era una locura por su rajita, siendo tan pequeña. Sin embargo, por su culito había una posibilidad… Pero me acobardé… decidí que aún no era el momento. Quizás en un futuro cercano se dieran las condiciones y no deseaba forzar a la nenita a algo tan repentino…

¡Sin embargo, eso no impidió que siguiera tallando mi verga en su rajita! ¡Y con prisa!

-Jijiji…- vuelve a reírse la nena, cuando comencé a tallarla más rápido. Mi miembros bailaba rodeando su culito y luego subiendo a su rajita, besándose nuestro sexos ante una posible pero pospuesta penetración… ¡Algún día!

Aquel roce entre verga y rajita, fue escalando al punto que sentí que pronto no tardaría en venirme, sin embargo yo aún deseaba prologar nuestro encuentro. Es por ello, que tomé una botella de mi “caja especial” y la acerqué a donde estábamos.

– Eh!! Da.. da…! – pide la nena estirando sus manitas al reconocer aquella botella que ponía frente a ella. La pequeña hacía gesto de deseo y fue allí que entendí que había sido un buen plan traerla.

Era una mamila con refresco, aquel jugo de frutas que Delia me contó de pasada que le daba a su hija cuando se portaba bien… ¡Y a veces estos datos son importantes para un ped***** como yo!

Le alcancé su mamila haciéndola que beba del refresco, mientras yo volví a concentrarme en su rajita, abriendo las piernitas de la pequeña Leydi…. ¡La mesa estaba servida!

Nuevamente Leydi se concentró en beber su mamila, mientras yo tenía a mi disposición su infantil cuerpito para hacer lo que me viniera en gana.

Reanudé mis manoseos, dándole placer a aquella nenita de 3 añitos, que bebía su refresco mientras le daba tratamiento a su rajita.

-Mmm!! Sigue bebiendo tu mamila, Leydi.. Muy bien…- le digo tomando también el huevo vibrador y acercándolo a su rajita.

-Ahh! …- exclama Leydi casi atorándose mientras bebía cuando el vibrador hizo contacto con su rajita… la nenita seguía bebiendo hasta dejar la mamila vacía y mientras yo seguía molestándola en su rajita… ¡El clérigo no dejaba en paz a la pequeña nenita!

Aquel jugueteo continuaba, mientras la pequeña bebía y yo seguía molestándola en su rajita, hasta que Leydi intentó levantarse, delatándome que había llegado a su punto.

-Ehh… Adada..- empieza a balbucear Leydi queriéndome decir algo que yo ya sabía y sonreí al entender tales gimoteos.

Reanudo mis manoseos a la pequeña Leydi que, cuando intenta levantarse otra vez, la termino aprisionando contra la colchoneta para que no lo repita.

-Adada….

-Shhh.. quietecita mi bebé… Que aún tienes que darme algo, preciosa…

Con Leydi aprisionada, interné mi rostro hacia su rajita, con el único fin de estimular su vaginita, esperando que porfin la nena se apiadara de este humilde servidor y me otorgara aquello que buscaba desde que la traje…

-Mmmmm!… anda bebé… no te contengas…

-Aadad…adada…Jijiji… badaba…- repite Leydi ininteligiblemente, sin poder moverse y con su rostro sonrojado, enviándome la señal de que la nena no resistiría más.

Mientras, seguí en mi papel de energúmeno manoseador de la pequeña de 3 añitos, baboseando su rajita y lamiendo con mi lengua experta que ya ansiosa esperaba el regalo de la pequeña.

-Mmmm!! Joder!! Que sabrosa… Anda Leydi… Hazlo… hazlo!! Dios bendito! – deliro presintiendo el reinicio de los forcejeos de la nenita, como señal inequívoca que su resistencia finalizaba.

La pequeña ya colorada por el esfuerzo, no pudo contenerse más cuando finalmente le otorgó, a este sacerdote pervertido, lo que tan fervientemente buscaba de la nenita.

-Adada…Ah… Adada… Ahhhhh! – gime chillante Leydi de pronto cuando al fin alcanzo el objetivo de mis tocamientos a su tierna rajita de 3 añitos.

¡Lluvia milagrosa! Emana en chorro directo al rostro de su benefactor que la invoca, bañándole de aquel líquido hasta hace poco contenido por la infante que no logra resistirlo más…

Fue tan repentino que apenas pude cerrar los ojos… desesperado, cual azaroso perseguidor, me dispongo a abrir mi boca esperando beber de la fuente que la tierna niña entrega a este humilde servidor, su sacerdote y amigo de la familia, que sin saber mis filias, me la entregan en bandeja de plata… ¡Leydi, mi nenita más joven hasta ahora!

La pequeña sonríe mientras se desahoga y observa a su pecaminoso acosador, que hasta hace unos momentos lamía desesperado su rajita, seguir cual animal lujurioso pero ahora bebiendo el chorro que brota de ella, dispuesto a no dejar que se le escape ninguna gota…

………………………………..

Tras las 2 primeras sesiones de “salmos”, el proyecto Susi iba en viento en pompa. Como recordaréis en mi último relato, mi nueva nenita de 6 añitos era mi primer objetivo en esta nueva vida como sacerdote del pequeño pueblo de *****.

Tenerla orando frente al altar mientras yo me le pegaba por detrás y sentía aquella colita paradita era terriblemente adictivo. Todo ello por su infantil inocencia, que no veían nada malo en las intenciones del párroco que la ayudaba con su deberes religiosos.

Sin embargo, como ya os dije, los papitos de Susi estaban muy entusiasmados en que su niña fuera incluida como parte de las misas dominical, lo cual era una gran ventaja para lo que me proponía.

Por otra parte, en clases mis avances con la pequeña Susi también iban viento en popa. Recuerden que ella también esta inscrita en el colegio parroquial, igual que el resto de niñ@s del pueblo.

Allí tenía una oficina apartada en el segundo piso, desde donde realizaba tramites documentarios y algunas de mis labores como párroco.

Pues hoy, déjenme centrarme en esa ubicación, en un día de clases común y corriente:

¡Toc Toc!, llaman a la puerta de mi oficina… Me levanto y avanzo para ver a través de la mirilla y cerciorarme quien era…

Una pequeña niña uniformada de primer grado apenas se divisa frente a la puerta… ¡Ya era el mediodía!

¿Qué tenía que ver que fuera mediodía? Pues os contare. Como parte de mis actividades de Padre y director de este pequeño colegio parroquial, impuse varias medidas que me ayudaban a preparar el terreno en mis objetivo carnales con las nenitas.

Una de esas medidas, fue relacionada a las clases. Cada salón tenía un cuadernos de incidencias y avances de clases, el cual era un formato elaborado por mí donde los maestros anotaban sus avances de clase, asistencia, logros y a la vez algún incidente que tuvieran en clases con sus alumn@s. Esto era algo común para poder hacer el seguimiento de los salones.

Otra de las medidas, fue designar delegad@s de salón, para infundir responsabilidad en l@s alumn@s, y entre una de esas funciones, estaba el traerme este cuaderno a cierta hora del día dependiendo de cada aula.

Obviamente esto acentúo la carrera de responsabilidades en los padres misioneros que deseaban ver a sus niñ@s sirviendo a la parroquia. Pero vosotros ya os imaginaréis a quien elegí para ser la delegada del primer año… ¿No? Pues entonces continuemos el relato…

Con ansias al ver a la nenita que tocaba mi puerta, rápidamente me dirijo hasta mi asiento antes de abrir y tomo un pequeño salero que tenía en mi escritorio. Regreso y abro la puerta para revelar ante mi la uniformada niña de 6 añitos…

Su cabello ordenado en una trenza y su rostro inocente le daban un aspecto angelical… aquel vestidito azul a cuadritos le quedaba divino, delineando su cinturita y apretadito en su colita de princesa…¡Un deleite a la vista!

-Buenos días, Padre.- saluda Susi llevando el cuaderno de incidencias.

-Buenos días, Susi… Pasa… Puedes dejar el cuaderno en mi escritorio…- digo cerrando la puerta tras nuestro.

La pequeña obedece y pasa por mi lado, dándome la espalda un instante y solo ese momento fue suficiente… Con agilidad, tomé el salero de mi bolsillo, lo giré y rápidamente comencé a rociarle escarcha en toda su faldita…

La pobre nena no notó nada mientras se dirigía hacia mi escritorio y yo la seguía de puntilla echándole harta escarcha en su vestidito… Algo cayó al suelo, pero quedó lo suficiente para dejar bien manchada la parte inferior de su uniforme.

-¡Susi! No te olvides de persignarte frente a la imagen! – le digo justo cuando la nena deja el cuaderno en la mesa. Como párroco, siempre resaltaba la devoción de mis alumnit@s.

-Ay!, perdón Padre…Ya voy…– asiente la nenita y se dirige hasta el cuadro de la crucifixión colocado en la pared de mi oficina. Aprovechando esta última oportunidad, continué rociando más escarcha sobre la faldita de Susi… ¡Y la nenita no se esteraba de nada!

La pequeña hizo la señal de la cruz frente a la imagen y volteo justo cuando yo terminaba de guardar el salero en mi bolsillo.

-Muy bien, Susi… Uy! Mira nomás… Otra vez te manchaste tu faldita! – exclamo mientras estiro mi cabeza y señalo su vestidito mirando su colita.

-Noo!! Porqué , padre? – dice la nenita cuando la tomo del brazo y la volteo para tener frente a mi su colita paradita en aquel vestidito apretado.- Si yo me cuidé de no ensuciarme…

-De seguro te sentaste en algún lado donde volvieron a dejar caer escarcha… No importa, Susi… Vamos a limpiarte…

-Gracias, Padre.- responde la inocente culoncita, justo cuando con inusitada vehemencia, comienzo a acariciar aquellas nalguitas infantiles pero bien paraditas para su edad… ¡Que tiernas!

Dos globitos esponjocitos y bien formados, cubiertos por la fina tela que eran manoseados por vuestro servidor, ya acostumbrado a sentir la turgencia de tantas colitas infantiles… ¡Y ahora era el turno de Susi!

Mis caricias por limpiarla eran tan falsas, que básicamente me demoraba demás aduciendo que era complicado retirar la escarcha de su uniforme, pero más me concentraba en darle palmaditas y manosear aquel culito infantil presionando al medio de sus nalguitas… ¡Qué suavecitas!

-Debes cuidar de donde te sientas, Susi…

-Sí, Padre… Ay! Si mi mami se entera… Pero no vuelve a pasar, Padre. Lo prometo…

-Lo mismo dijiste ayer… Y mírate, volviste a ensuciarte… ¿No querrás que le cuente a tu mami que ensucias tu ropa en clases, no?

-Nooo, Padre… Por favor no le diga…

Por un momento evalúe la súplica de la culoncita, mientras seguía manoseando su colita en aquel afán por limpiarle su vestido… Ver el temor ante mi pregunta me daba una buena señal… ¡La nena me temía y a lo que pudiera contarle a su mami!

Susi era menos talentosa en temas religiosos que Anita, pero mostraba una increíble diligencia cuando se le recordaba a sus padres… Se notaba que ambos la presionaban mucho para destacar en clases y en la parroquia.

-A ver… Susi, vamos a revisar que solo te ensuciaste tu faldita…

-Sí, Padre…- responde Susi, ya acostumbrada a mis clásicas “revisiones”.

Con sumo deleite, observo como la nenita toma con ambas manitas el borde inferior de su vestidito y lo levanta, revelando frente a este amante de las niñas, unas hermosas braguitas color celeste y con dibujos de La Sirenita… ¡Para hacerse agua la boca!

Requería de mi mayor compostura para no relamerme al ver aquella vaginita, marcarse en su truzita infantil. Por dentro no aguantaba las ganas de arrancarle aquella tela y darle unas buenas lamidas a esa chuchita que me sonreía.

-Mmmm!! Quédate así, Susi… la escarcha no se ve mucho en colores claros y no podemos arriesgarnos a dejar ni una…

-Sí, Padre. Gracias…- dice la niña sin saber que aquella ayuda solo era para deleitarme más con sus braguitas.

-¡Quédate así! Ya vi una…- le digo justo cuando me acerco a ella.

-Si?…

-Sí, Susi… quédate quietecita…- le digo al mismo tiempo que me arrodillo para acercar mi rostro hacia esa truzita celeste y con uno de mis dedos palpar la tela, punzando por el contorno donde estaba su vaginita… ¡Qué linda!

Moví mi falange por aquel camino bendito hasta su panochita que se marcaba con una línea bendita, ansioso por presionar y sentir aquella tierna chuchita frente a mi…

-Ay..! Perdón, Padre…- suelta Susi cuando presioné mi enérgico dedo en su rajita infantil. Aquel contacto de mi índice derecho con su rajita, provocó que la nena tuviera un espasmo ante mis hábiles caricias.

-Quietecita Susi… Parece que no quiere salir…-le digo mientras continúo con mi dedo bailando en aquella rajita… ¡Qué suavecita!

Deleitándome como en mis mejores tiempos, me daba el lujo de acariciar aquella conchita infantil que muy pronto caería en mis garras… Subiendo y bajando mi dedo mientras hundía la tela en su grutita, ansioso por sentir su humedad…

Susi parecía reaccionar tímidamente a mis tocamientos a su rajita, sonrojándose al verme toquetearla, sin embargo con la costumbre bien aprendida, simplemente me dejaba vía libre para mis lujuriosos manoseos.

Subía y bajaba mi dedo, delineando aquella rajita en mis deseos por sentirla y hacer que Susi experimente cositas que a futuro reconocería como “celestiales”.

-¡Listo! Muy bien Susi… parece que ya salió…- digo levantándome cuando pensé que era suficiente antes de que siguiera tan incómoda.

-Gracias, Padre…- contesta la nena bajando su vestido justo mientras me ve dirigirme hasta mi asiento frente al escritorio.

-Muy bien, ahora revisemos como le ha ido hoy a tu grado…- digo sentándome y dando unas palmadas en mi regazo.

Susi, conociendo su labor como delegada de primer grado, se acerca hasta mi lado y se sienta donde le indico… ¡Una alumnita ejemplar!

-Veamos… acomódate bien para que puedas ver…- le digo tomándola de su espaldita para equilibrar su cuerpito en mi regazo, y fue en ese instante que bajé mi mano para acariciar sus nalguitas y darles una palmada… ¡La tierna culoncita, delegada de primer grado!

– Gracias, Padre… – contesta la nenita ya acostumbrada a este toqueteo.

– Bien, Susi… Empieza…

-Sí, Padre… En la mañana, tuvimos clase de matemáticas, luego Español y después…- lentamente la pequeña Susi comenzó a relatarme sus clases en un monólogo inventado por mi persona, a fin de tener más tiempo en mi regazo a la pequeña nalgoncita de 6 añitos.

Aquel tierno ángel depositaba su colita en mi, alimentando mis ansias de depredador que mantiene en sus fauces a su pequeña presa… ansioso por devorarla a la menor oportunidad.

Había que guardar la compostura mientras acariciaba su espaldita y la escuchaba recitar sus clases, sintiendo en mis narices aquel olor a niña que tanto me enloquece y me ha llevado a cometer locuras en mis intentos por degustar de aquellos cuerpitos infantiles.

La nenita hablaba y hablaba, pero mientras yo seguía acariciando su espaldita y por momentos movía mi pierna derecha desequilibrando a la culoncita intencionalmente, para luego acomodarla toqueteando su colita… ¡Ufff! ¡Cuanta impunidad en mis manoseos!

-Ya veo, Susi… ¿Y cuantas estrellitas te pusieron? – pregunto pasando la página hacia el listado de logros. Enumeraba toda la lista del salón de primer grado.

-La Miss Andrea me puso 3 estrellitas…

-¡Muy bien! La mejor de tu clase! Pero… aguarda… creo que vamos a tener que quitarte una…

-No! ¿Porqué? – protesta Susi asustada.

-Pues porque ensuciaste tu vestido, Susi – le digo severamente retirando una estrellita de su nombre.- La mejor de la clase no puede ensuciar su vestido…

-Pero… pero…- apenas dice la niña queriendo evitar perder su estrellita. Hacía puchero casi pareciendo a punto de llorar, por lo que decidí que sería momento para realizar mi siguiente movimiento.

-Aunque por hoy… creo que lo dejaremos pasar…- digo regresando la estrella a su lugar. La pequeña dio saltitos de alegría. ¡Ufff! ¡Que rico se sentían rebotar esas nalguitas sobre mi regazo! Por un instante me aturdieron pero inmediatamente recuperé la compostura- ¡Pero que no vuelva a suceder, Susi!

-No, Padre… Lo prometo…- contesta Susi agradecida con una sonrisa en su rostro.

Cerrando el cuaderno, me dirijo esta vez a la nena que aguardaba mis últimas palabras antes de dejarla ir.

-Dime, Susi. ¿Has repasado los salmos que te dejé nuestro en último ensayo? – pregunto llevando el tema del colegio al plano parroquial.

-Siii Padre. Con mi mami lo repasamos varias veces…

-Muy bien. Pero como ya te dije, para que alguien pueda participar de la liturgia, debe pasar por muchas misas… ¿sabes que significa eso?

-Sí, Padre… Usted dijo, que debía estar en misa muchísimas veces.

-Así es, Susi… Y eso es porque al final de la misa, antes de despedirlos, a los misioneros les rociamos agua bendita para desearles la bendición del Señor en sus labores… ¿Te acuerdas?

-Siii… Usted hizo lo mismo con mis papis…

-Correcto. Y por eso tus papis podrían participar en la misa, leyendo las lecturas… Pero tu no has recibido agua bendita, no?

La niña cambia su rostro alegre a uno triste… Quizás entendiendo a que me refería…

-No, Padre..

-Entonces, tu no podrías participar en misa… ¿No es así?

-Pero, Padre… Yo practiqué mucho…

– Shhh… Tranquila, Susi… No te asustes… Hay una forma de que puedas participar…

– Si? Cual Padre? – pregunta ansiosa la nenita, esperanzan por la oportunidad de cumplir los deseos de sus papitos.- Dígame, por favor…

Con una sonrisa esbozando mi rostro procedo a explicarle a Susi los detalles de lo que se avecinaba, justo antes de dejarla ir. La nenita escuchaba atenta sin saber las verdaderas intenciones de este pecaminoso sacerdote que iba tras su infantil figura.

Para que conozcáis los detalles de mi explicación, debemos remontarnos al siguiente sábado…

Aún recuerdo, todo esa espera aquel bendito día, cuando los misioneros y sus niños asistían a la reunión semanal previa a la misa. Allí donde se decidían los cánticos, se alistaban las ofrendas y participantes en la liturgia de mañana, donde nos acompañaría el señor alcalde como invitado.

Luego de enumerar la lista de participantes, muchas sorpresas llegaron cuando designé finalmente a Susi para que leyera un par de salmos. Por supuesto que su mami estaba la mar de contenta de que su niña hubiera sido escogida entre otr@s niñ@s de otros grados.

Básicamente, no era usual escoger a niñ@s para que participen, pero opté por justificar que deseaba que cada vez más l@s pequeñ@s debían participar en la parroquia… a fin de acumular méritos para aquel “premio” que la parroquia otorgaría para l@s alumn@s elegid@s.

Os debe parecer que por momentos mezclo el asunto de la parroquia con lo del colegio, pues la verdad es que para efectos prácticos son casi lo mismo. ¿Porqué? Pues al ser esta escuela la única decente en todo el pueblito, y estar dentro de los terrenos de la parroquia, prácticamente algunas actividades y méritos se entremezclaban gracias a los hilos que iba moviendo en torno a ellos.

Cuando acabó la reunión, llamé a la mamá de Susi y a su niña para conversar sobre la misa de mañana. La pequeña, con su cabello en trenzas, llevaba un vestidito rojo con un listón negro en su espaldita.

– Buen día, Padre…- me saluda la mamá de mi pequeña alumnita.

– Buen días, Dora… Buen día Susi… ¿estás lista para tu primera misa como misionera?

– Por supuesto que lo está, Padre.- responde la mamá por la niña.

– Eso espero, pero en realidad, aún no está lista, Dora…

– ¿Cómo es eso, Padre?

– Mami… Aún debo practicar con el Padre, para mañana… – le dice Susi jalándola para llamar su atención.

– Ah! Por supuesto…

– Así es, Dora… Susi debe hacer una última practica para asegurarme que esté lista.…

– Oh, claro. Pero, debo salir ahora con la hermana Silvia para comprar los adornos de mañana…

– A **** (pueblo contiguo) , no? – pregunto.- Es un viaje largo… Susi deberá quedarse…

– Sí, Padre… Por favor.

– Claro, Dora… Vaya, vaya… Que necesitamos esos adornos cuanto antes- la animo para que la señora deje a la pequeña Susi en las garras de este depredador.

La mamá de la nena salió de la parroquia mientras Susi y yo la observamos bajar del monte donde se encontraba la parroquia.

– Muy bien, Susi…- le digo apretando su manita.- ¿estás lista para tu “purificación”?

– Sí, Padre..- contesta la nena con algo de nervios.

Me la llevé hasta el altar donde nos esperaba todo lo preparado para semejante ocasión. Tras este, estaba el pequeño almacén para guardar todo lo relacionado con la misa, sin embargo, vuestro humilde servidor había preparado lo necesario para esta “ceremonia”

Cuando llegamos frente a la puerta voltee y pude ver a Susi dando saltitos nerviosa…

-Susi… ¿recuerda que debes hacer primero?

-Siii… Disculpe, Padre- se excusa Susi persignándose frente a la puerta.

Tras ello, giré la perilla de la puerta e ingresamos por aquel pasillo estrecho que daba al almacén. Al finalizar ese pasillo, nos quedamos de pie frente al acceso al almacén que estaba cubierto por una tela blanca de terciopelo con una cruz dorada.

-Muy bien, Susi… como vas a entrar en esta “habitación santa”, una niña como tú no puede ocultarle nada a nuestro Señor…- le digo severamente a lo cual la nena escucha atenta.

-No, Padre… Yo soy una niña buena y no le oculto nada…

-Entonces… – le digo acercándome a ella y tomando su vestidito rojo de sus hombros.-… no puedes utilizar este vestidito porque Diosito te trajo al mundo sin él… Diosito quiere verte tal y como naciste… Sin ocultarle nada…

Susi que hasta hace un momento sonreía de pronto se puso nerviosa… casi con vergüenza me miraba ante aquella solicitud… Yo ya estaba preparado para esto y tenía las armas necesarias para conseguir que la culoncita aceptara mis pedidos…

-¿Me tengo que quitar mi vestidito, Padre?

-Así es, Susi. Recuerda que para que seas misionera debes obedecer a Diosito… ¿O no quieres participar en la misa?

-No, Padre… es que…

-FUERA SATANÁS! – de pronto grité sorprendiendo a Susi.

-Ay! ¿Qué pasó, Padre? – pregunta asustada la nalgoncita.

-Es el demonio! Haciéndote dudar! Contaminando tu fe y devoción, Susi… Quiere llevarte con él! FUERA SATANÁS! – vuelvo a gritar y la pequeña vuelve a acurrucarse asustada…

-No, Padre… ¡Que no me lleve! – implora Susi asustada.

-Así es, Susi… Tu debes obedecer a Diosito… Él y tus papitos quieren que seas una misionera y lo sirvas… ¿Podrás hacerlo?

– Siii, Padre… – contesta la nenita y lentamente comienza a levantarse su vestido, deleitándome la vista. Aquella prenda roja se levantó para revelar frente a mi, a una niña de 6 añitos semidesnuda solo con unas braguitas color rosa y un listón…. ¡Magnífica imagen!

Relamiéndome en mi interior, recibí el vestidito de Susi que ahora me miraba con vergüenza sin saber si continuar…

-Susi… debes quitarte todo… Diosito no te trajo al mundo con unas braguitas…

-Esta bien, Padre…- se resigna la nena haciendo un esfuerzo y bajándose aquella truzita rosa ¡Qué ricura! Era difícil no relamerse ante la imagen que se me mostraba…

¡El momento esperado! Por fin la culoncita de 6 añitos se desprendía de su última prenda y revelaba ante este hambriento de niña, una tierna rajita infantil que me sonreía toda lampiña, lista para estrenar.

Susi debió notar que la miraba mucho, por lo cual se tapó su rajita… sin embargo, salí de mi aturdimiento y estiré mi mano para recibir su truzita. Cuando la recibí fue como recibir un nuevo trofeo… ¡Otras braguitas de niña para mi colección!

-Muy bien, Susi… Ya estás lista para entrar…- le digo haciéndome a un lado en aquel estrecho pasillo y dejando que la nenita avance conmigo detrás.

-Sí, Padre…- asiente la nenita pasando por mi lado justo para deleitarme con su posterior… ¡Benditos los ojos que te ven! Aquella colita respingona me terminó de volver loco, al punto de que hasta el día de hoy no entiendo como no cometí una locura en ese mismo momento…

¡Cualquier otro violaría a aquella niña allí mismo! Sin embargo, yo sabía que si aguantaba un poco y llevaba todo por buen puerto, entonces tendría lo necesario para sodomizar a esa culoncita.

Susi ingresó al almacén conmigo detrás y pudo contemplar todo lo que había preparado para su ceremonia de “purificación”…

¡Cuadros e imágenes traídos de la parroquia hasta allí! ¡Ofrendas para la misa! ¡Velas encendidas que alumbraban aquella habitación! Y al medio de todo, una tina grande y vacía…

La niña me miró confundida, por lo cual inicié con mi explicación:

-Muy bien, Susi… Como eres una buena niña que obedece la voluntad de Dios y a tus papitos… ¡Comenzaremos tu “purificación”!

– ¿Qué haré, Padre?

– Primero, debes ingresar… – le digo tomándola de su manita y llevándola dentro de la tina – … “aquí”.- termino dejando a Susi al medio mientras la culoncita permanecía desnudita y cubriéndose su rajita con timidez… ¡Deleite para la vista!

– ¿Ahora? – pregunta la nenita cuando me ve tomar la jarra ubicada junto a la imagen de la última cena que tenía a un costado de la habitación.

– Ahora, deberás purificar tus pecados bañándote en agua bendita, Susi…- le digo acercándome con la jarra y derramando el contenido desde su cabello hasta más abajo.

– Ay!! Está fría… Ay! – se queja Susi siendo bañada solo con agua normal y fría, mientras me deleita a la vista al ver una nena de 6 años mojadita ante mis ojos.

– ¡Bendita seas, Susi! ¡Demos gracias al Señor, por permitirte participar en su fiesta!

– ¡Gloria al Señor, nuestro Dios! – agradece Susi ya acostumbrada a estas respuestas de la misa.

– Muy bien, Susi… Ya casi hemos terminado…

– ¿Qué falta, Padre? – pregunta la culoncita.

– Pues, quizás lo más importante… ¡Debo asegurarme que todo tu cuerpito ha sido purificado!

– ¿Cómo, Padre?

– Debo asegurarme que la bendición llegó a todo tu cuerpito – le digo arrodillándome frente a ella y por primera vez, estirando mis manos hasta su cuerpito desnudo.

Susi dio un espasmo cuando mi manos comenzaron a recorrer su cuerpito desnudo, una reacción natural pero que la nenita se esforzaba por controlar.

Por mi parte, al fin y pude sentir con mis propias manos, aquella piel tersa y suavecita que te ofrece una niña de 6 añitos. Aquella sensación de rozar con tus dedos el caminito desde sus pezoncitos infantiles hasta su grutita deliciosa que se delineaba sabrosa y al cual pude acceder luego de retirar sus manitas que la cubrían… ¡Magnífica imagen!

– ¡No te cubras, Susi!

– Es que me da penita, Padre…- se excusa la nena algo sonrojada.

– No debes tener vergüenza de cumplir los mandatos de nuestro Señor! – exclamo para terminar de acabar con sus reticencias y la nenita se abre sus manitas por fin dejándome vía libre…

Como poseso por Eros, comienzo a lamer su rajita infantil cual energúmeno se sacia del cáliz bendito como si no hubiera mañana.

– ¡Ay…! Padre porque me lame mi rajita?

– Mmm!! Tenemos que asegurarnos que todo tu cuerpo este “purificado” con el agua bendita.. – le digo aún lamiendo su sabrosa rajita infantil. No iba a desperdiciar nada de aquel manjar de los Dioses que se me ofrecía con la idea de ser una “niña misionera”.-… ¡Yo mismo purificaré todos tus agujeritos para que Dios esté completamente seguro! ¿No te pone contenta eso, Susi?

– ¡Ay! Siii Padre… Gracias… Umm… Ay!! – atina a decir la nena por momentos tomándome de la cabeza por instinto, cuando me entusiasmaba en demasía por comerle la chuchita…

– ¡Buena niña! Ummm!! Deja que el Padre ***** te deje tan mojadita tu rajita… ¡ ¡Alaba a Dios por darte esta oportunidad!

– Ay!! ¡Alabado sea Nuestro Señor! Ay!..- atina a decir Susi aún conmigo saboreando su rajita mientras mis manos hacían lo propio recorriendo de su cinturita hasta sus nalguitas bien paraditas…

– Alabado sea! Demos gracias a Dios por que es bueno!

Les di unas palmaditas a su colita solo para sentir el típico ¡plap! que aquel par de globitos me entregaban, las abrí de par en par y acerqué mis dedos a su culito…

– ¡Ay! ¡Porque… porque es eterna su misericordia! Ayyyy!! – completa la frase Susi finalizando con un chillido cuando uno de mis dedos intenta forzar la entrada a su culito…

-Ufff!! Muy bien, Susi… -le digo justo cuando tomo aquel dedo y lo vuelvo a ensalivar frente a ella.- ¡Hay que dejar tus agujeritos listos! ¡Dios desea que purifique todo tu cuerpito! ¿Estás dispuesta?

Susi me miró con un poco de duda por lo cual decidí reforzar la fe de la pequeña… Me aparté un instante de su rajita para con mi otra mano tomarla del rostro y juntarlo con el mío.

– ¡Susi! ¡El Señor nuestro Dios no desea niñas con dudas! ¡Tus papitos tampoco quieren que los decepciones! Repito… ¡¿Estas dispuesta a servirlo?!

– Siii, Padre…- reacciona inmediatamente Susi con aquel apremio por obedecer a sus papitos. Seis añitos criada en una familia muy católica y temerosa de Dios y sus papis…. ¡Era el prospecto de niña que necesitaba para mis planes!

Con sumo deleite por fin pude acercar aquel dedo salivoso hasta el agujerito de la pequeña Susi quien cerró los ojos cuando reanudé la invasión de su esfínter.

-AYYY!! Ahhh!! – gime Susi al sentir mi índice recorrer su anito por primera vez, luchando por abrirse paso en aquella estrechez…La nena saltó hacia delante, pero yo estaba preparado para ello.

-Ummm!! Ahh!! – gime nuevamente cuando vuelvo a comerme aquella rajita infantil

– Muy bien, Susi… ¡Este es el día en que actuó el Señor! …. Mmm!! – deliro cánticos besuqueando y baboseando esa cuquita.

– Ahhh!! Sea nuestra alegría y nuestro gozo… Ayyy!! – canta Susi con un último chillido cuando mi dedo experto bailotea en su esfínter queriendo expandir aquella ruta inhóspita…

En medio de loas y alabanzas eclesiásticas, continuamos en aquella “purificación” de la pequeña nalgoncita de 6 añitos, mientras un adulto y su sacerdote, se deleitaba del placer carnal que le otorgaba ese cuerpito infantil…

La tierna Susi era un manjar de niña y así se lo hice saber arrancándole gemidos con mi experimentada lengua mientras, con mis dedos en su culito, no dejaba que se me escapara a todo el manoseo.

Un bello ángel desnudo y con una figura de nenita sin mancillar deleitaba a este buen amante de las niñas que lamía su rajita hasta dejarla bien húmeda… ¡El sacerdote preparaba a la pequeña nalgoncita!

– ¡Muy bien, Susi! Ahora… veamos por aquí…- le digo justo antes de voltearla y hacerle que se coloque a 4 patas sobre la tina.

Abro sus nalguitas paraditas de par en par y me dispongo a “purificar” aquel agujerito bendito que tanto deseaba mancillar….

– Ahhh…Umm!! – murmura débilmente la nena al sentir mis rostro barbudo lamer aquel anito ya abierto por mis dedos y al cual Susi reconocía como su primer penetrador… ¡La locura hedonista a puertas!

– Ufff!! Demos gracias al señor! Mmm!

– ¡AHH! Demos gracias! Ahh!! – gime Susi entonando el salmo con su colita paradita hacia mi.

Seguí en aquel tratamiento a su agujerito, humedeciéndolo e introduciendo mis dedos por varios minutos, arrancándole varios suspiros a mi nenita cada vez que me ponía rabioso de placer por esa niña. En mis pantalones la erección que tenía solo empeoraba más el asunto hasta hacerme pensar que si no le ponía algún límite a mi libido, terminaría echando por la borda todas mis ansias por degustar apropiadamente de esa niña… ¡Estaba a punto de arruinar mis planes!

Con la nenita en 4 y mirando hacia adelante, decidí masturbarme por encima del pantalón, en ansias por desahogarme sin cometer alguna locura…

– Ayy!! Alabado sea!! Por las mañanas las aves cantan! Ahh!! – gime Susi con las manitas sobre el borde de la tina.

– Ufff!! Mmm!! Las alabanzas a nuestro salvador!

Por momentos, mientras seguía comiendo la colita de Susi, me llegaban flashback de otras niñas a las cuales tuve en esa posición… entregando su culitos a este catador de niñas culoncitas.. ¡La pequeña misionera se unía a la lista!

Por momentos me volvían las ganas de liberar al monstruo de mis pantalones para finalmente completar el mayor acto prohibido e inaugurar aquel anito infantil que recorría con mi lengua viperina… ¡El acabose estaba a nada de distancia!

– Ahhh!! Alabado sea… Ahhh!!- gime Susi aguantando mis empujones con el rostro hacia su colita paradita mientras mi lengua se internaba en sus agujeritos.

Con gran esfuerzo, me contuve de liberar mi verga frente a la niña y solo me dediqué a comerle la colita, dándole un soberbio tratamiento a sus agujeritos, hasta que no pude más…

-Ufff!! Muy bien Susiiiii!! Jooo!! – exhalo gravemente al mismo tiempo que siento mis pantalones humedecerse por aquella eyaculación que ansiaba pronto tener frente a mi pequeña “misionera”.

¡JODER! No me interesó manchar aquellos interiores y el pantalón, de copiosa corrida cuya única responsable aún permanecía en pompa hacia mí.

– Padre?? – pregunta la nena volteando al ver que no continuaba con el tratamiento.

Ya con los pies en la tierra luego de aquella liberación, procedí a erguirme tratando de ocultar con mi sotana para que no se me viera aquella mancha… Afortunadamente el color ayudaría a disimular lo ocurrido.

– Muy bien, Susi… Uff… Lo has hecho muy bien… – le digo al tiempo que tomo una toalla que tenía en una silla y me acerco a la nena para secarla.- ¿Te asustaste?

– Un poco, Padre… – responde la nena.- Pero no le hice caso a Satanás que me tentaba…

– Muy bien, Susi. Esto ha sido como si tuvieras un baño… ¡Pero este es un baño sagrado! Para que puedas “purificarte” y participar en la misa de mañana.

– Sí, Padre… pero me dio miedo cuando… cuando me lamió… abajo…- atiene a decir la nena algo cohibida y señalando su cuquita y sus pompis.

– ¡No tienes porque tener miedo, Susi! – exclamo haciendo gesto de grandilocuencia.- Los sacerdotes podemos bañar a las niñas que quieren ser misioneras… ¡Es nuestro deber! ¿Lo entiendes?

– Si, Padre.. Pero empecé a temblar…

– ¿No te gustó que limpiara tu rajita? No se sintió cosquillas?

– Siii, Padre… Y algo bonito… pero también algo… algo.. raro…- me dice Susi tratando de buscar la palabra para aquella aprehensión que había sentido.

Como amante de las niñas, yo sabía que aquella sensación mezclada que sentía la nenita era placer (¡Enhorabuena! Eso me daba magníficas posibilidades) y vergüenza por lo que hacíamos como aquel sentimiento de que lo que le hago no esta bien…

– Algo raro?

– Sii.. por eso me dio miedo…- responde la nenita tapándose los ojos.- Perdón, Padre..

– No tienes que temer, Susi… Ya dije que ese era el demonio, tratando de tentarte a desobedecerme… Es lo mismo que a veces sientes cuando rezamos…

– Noo!! Que miedo!

– Pero afortunadamente no hiciste caso y me dejaste purificarte…- respondo terminando de secarla fuera de la tina y trayendo su ropita.

– Sii, Padre.. Que miedo! Pero como soy una niña buena yo no hice caso…- dice tiernamente Susi recibiendo sus braguitas.

– Gracias a ello, Susi… Ahora podrás participar en la misa de mañana… Recitando los salmos frente a todos!!- exclamo exaltado para darle mayor impresión a la culoncita de 6 añitos.

– Siii, Padre… – da saltitos la nena ya más tranquila con su vestidito recién puesto.

– Muy bien, Susi… Solo falta un paso para que puedas ir con tu mami…

– ¿Cuál, Padre?

– Ven, tienes que hacer tu oración de cierre…- le digo sacando un papel con el mismo formato con que hacíamos los cancioneros y salmos para repartir a los creyentes.

Susi lo recibió y conmigo salió de aquella habitación, hasta el sagrado altar que se encontraba en la misma capilla de la parroquia…

Con papel en mano y recitando muy tiernamente, Susi comenzó con sus plegarias… Aquellas plegarias que yo había preparado para imprimir en aquel papel…

– … y si yo… me atreviera… a desobedecer a Nuestro Señor… que me caiga a mí a y a mis papitos… todo los males… que nos envíe el mismísimo Satanás…- recita finalmente la niña con un estremecimiento al mencionar tal nombre.

¡Pobre Susi! De lo asustada que estuvo con la oración, hizo hasta triple señal de la cruz y regresó hasta donde la esperaba en las bancas de la capilla.

– Muy bien, Susi… Lo recitaste muy bien…

– Gracias, Padre…

– Ahora ya sabes, que todo lo que hacemos es por nuestro Señor… y el desea mantener esto en secreto de todos, incluso de tus padres… ¡Incluso ahora pide que lo hagas en una oración sagrada que no puedes romper!

– Sí, Padre…

– Y ya sabes que sucedería si te atrevieras a siquiera contar algo de lo que hacemos, no?

– Ay, Padre! No… no me haga recordar! -se lamenta la inocente Susi acurrucándose en la banca donde estábamos sentados.

Con una sonrisa cruzando mi rostro, me quedó claro que aquella nenita guardaría el secreto de nuestros juegos, que quizás muy pronto serían más fáciles de ocultar pero ya con su complicidad y sin recurrir a amenazas…

¿Porqué recurrir a esto cuando por ejemplo con Anita me valía de su fe? Pues en parte, porque Anita es un prodigio de devoción, que no requiere casi ninguna excusa. En cambio, Susi intenta adentrarse en estos páramos religiosos, gracias a la presión de sus papis y aunque es muy confiada, eso no impide que pudiera escapársele algo de nuestros “rezos” por algún descuido…

Estar en la cárcel me había hecho más precavido y no iba a correr tantos riesgos sin estar plenamente seguro de los resultados… ¡Quizás a la tercera ya no tendría salvación!

Con esto en mente, me dispuse a llevar a Susi con sus papis, pensando que quizás si se presentaba la oportunidad, de camino podría visitar a la hermana Delia y Rufo, y claro… encontrarme nuevamente con la pequeña Leydi… ¡Espléndida oportunidad!

Confiando en que el futuro me guarda nuevas experiencias, acompaño a Susi mientras llevo mi bicicleta a pie, mirando al horizonte, hacia donde pronto se construirá la nueva presa que traería mayor desarrollo al pequeño pueblo… y quizás nuevas niñas para mi escuela… ¡Uno nunca sabe!

……………..

El clima comienza a ponerse más lluvioso y frío comparado con la capital a la que estaba acostumbrado. Después de llevar varias semanas viviendo en este Exilio, he ido aclimatándome a las nuevas condiciones de vida que me tocan.

Luego de darme un baño, vestirme con mi sotana e ingerir un buen desayuno, crucé la puerta que daba al ambiente del colegio parroquial. Luego de ordenar mi oficina y recibir a las primeras profesoras que llegaban para recibir a l@s alumn@s, tocaba recibir a los nuevos estudiantes.

Llegaron todos (pocas eran las ausencias que registrábamos mensualmente) y cada maestra fue a su aula, mientras me quedaba paseando entre los salones, supervisando el normal funcionamiento de las clases. También rondé por el aula de primer grado, donde pude apreciar a la pequeña Susi, sentada al frente del salón muy cerca de su maestra.

Luego de buen rato, salí hasta las afueras de la parroquia, con ansias de disfrutar de la vista que ofrecía el día que tras una noche lluviosa se iba despejando rápidamente. Desde la altura del monte donde estaba el colegio, pude observar nuevamente el lugar donde se construiría la presa. Apenas se distinguía pequeños campamentos de los primeros que se formaban tras la llegada de los responsables de los estudios para su construcción.

Mientras permanecía aún a las afueras, pude distinguir que más abajo dos personas se aprestaban a subir hacia donde me encontraba. Una de ellas era la hermana Ada, encargada de la limpieza de la capilla una vez al mes, no era tan colaboradora por su trabajo, pero siempre parecía dispuesta a apoyar con la parroquia.

Sin embargo, mi mayor interés se concentró en su acompañante… corrijo, ¡su pequeña acompañante!… ¡Sí!, estimados lectores…

Aprestándose tras la hermana Ada, pude apreciar a un pequeño ángel de cabellos dorados cubriendo un dulce cuello de cisne, ataviada con un vestidito blanco floreado y llevando un cuaderno en sus manitas.

Aquella piel blanquita caucásica destacaría claramente de cualquier otra niña… Su figura delicada, cual muñeca de perfectas proporciones para su edad, mostraba una nena muy bien criada… ¡prácticamente era perfecta!

– ¡Buenos días, Padre! – me saluda la hermana Ada llegando hasta donde me encontraba frente a la puerta del colegio parroquial. La tierna niña que distinguía desde muy lejos ahora por fin se encontraba a menos de 1 metro de mi.

– ¡Buenos días, Ada! -saludo primero a la hermana para luego dirigirme al pequeño ángel de cabellos dorados.- Y… ¡buenos días, Francescca! – saludo amigablemente pero intentando no perder mi aire de superioridad.

– ¡Guenos días, Padre Cristian! – saluda la pequeña sonriendo y por fin mirándome directamente a los ojos… ¡Afortunados los míos que pudieron corresponder su mirada!

¡Hermoso ángel! Por un instante quedé completamente embelesado y perdido en aquellos ojitos verdes que me miraban con una tierna inocencia propia de su edad… ¡Joder! Tenía que reaccionar o la hermana notaría que me había quedado prendado de la niña…

– Padre, lamento la demora…- empieza la hermana Ada, afortunadamente despertándome de aquel trance en el que me encontraba por tal belleza de niña-… la familia apenas llegó ayer por la madrugada y no querían que la niña se perdiera sus clases…

– No hay problema, hermana… Espéreme aquí un momento, que quiero llevarla a su salón… ¡No podemos dejar que pierda más clases! – le digo tomando la iniciativa y extendiendo mi mano hacia la de la nenita, que rápidamente estrechó la mía… ¡nuestro primer contacto!

Sintiéndome un caballero que escolta a una princesa, me dirijo con la nenita de mis sueños hasta cruzar el portal de la capilla y ya cuando nos encontrábamos lejos de la mirada de Ada, comienzo a interpelar a la criatura:

– ¿Francesca, trajiste tus útiles? – le pregunto señalando lo que llevaba en su manita derecha.

– Sí, Padre… mi cuaderno y mis lápices…- contesta la pequeña dejándome escuchar aquel acento europeo que tanto me ponía. La niña vocalizaba correctamente, dejando su voz como un dulce aperitivo que significaba escuchar cada palabra que saliera de sus tiernos labios.

– Muy bien, voy a presentarte a tus compañerit@s y a tu maestra… Y no olvides, que debes esforzarte desde el primer día en tus estudios…

– Siii, Padre – asiente la niña dócilmente regalándome otra encendida sonrisa que por momentos casi vuelve a desubicarme.

Ingresamos al aula de primer grado e inmediatamente todos se pararon y comenzaron a comentar al ver a la niña nueva… La miss Andrea hizo silencio a l@s niñ@s que rápidamente obedecieron cuando voltee a mirar a toda el aula con expresión seria.

Incluso Susi me ayudó haciendo ¡Shhh!, cuando vio mi severo semblante… ¡Aquella culoncita estaba bien entrenada!

De pie frente a la pizarra, me apresté a presentar a Francesca, y con ayuda de su maestra ubicamos el lugar donde se sentaría provisionalmente.

Hablé brevemente con Andrea a las afueras del aula, mientras por el rabillo del ojo podía distinguir que la pequeña ya comenzaba a hacerse amiguitas dentro del salón. Le expliqué brevemente la situación de Francesca, además de algunos detalles que eran necesarios para mis futuros “intereses” con la pequeña.

¿Cómo es eso? Pues un proyecto como Francesca necesita abordarse desde el primer momento que pisa esta escuela y desde el día anterior yo ya tenía todo planeando para ello. Incluso, las cosas que debía decirle a su maestra, a fin de que sin saber ella estuviera ayudándome en mis “intereses” con aquella niña rubia.

¡Susi y Francesca en un mismo salón! No cabía duda que ese primer grado era una mina de oro para mis intereses… sin embargo, debía hilar fino para conseguir mis objetivos.

Ya con todos los asuntos en orden, me dirigí hasta mi oficina para tomar la documentación que guardaba en un folder y luego salí al encuentro de la hermana Ada que esperaba en la puerta.

– Ada, necesito que los señores Dubois llenen estos papeles…- le entrego el folder que llevaba -… ambas copias y que me remitan la documentación que está en la parte de debajo de la última hoja.- digo explicándole a la hermana.

– Para mañana sin falta, Padre… Ya me dijeron que lo tienen listo y hoy le comprarán el resto de sus útiles a la niña.- responde Ada recibiendo y hojeando los papeles.

– Perfecto, mañana le entregaremos el uniforme con las tallas que me dieron… Anoche se lo encargué al sastre y deben tenerlo en el transcurso de la mañana… Eso seria todo por ahora, hermana.- termino para despedirla y regresar cuanto antes a mi escuela.

– Esta bien, Padre. Que tenga buen día…- se despide Ada volviendo a bajar hacia el pueblo, dejándome a solas por fin frente a mi escuela parroquial.

¡Me imagino que os deben quedar algunas dudas! Pues no comáis ansias, que estoy presto a explicaros:

A pesar de que ya lo deben haber deducido, aquella niña de 6 añitos no era una de mis usuales niñas del pueblo. Aquel tierno ángel de cabellos dorados era la hija de una pareja de arquitectos franceses llegados a la ciudad como parte del proyecto de la presa.

La familia Dubois llegó a la ciudad y se alojó en una de las propiedades de un concejal del pueblo, familiar directo del alcalde y patrón de la hermana Ada, quien era ama de llaves en una de sus propiedades. De esta forma, la hermana quedó a cargo de las labores de esa casa mientras los padres trabajan en el proyecto y entre sus funciones estaban las relacionadas con los asuntos de la pequeña.

En las primera horas de la noche del día de ayer, recibí la llamada de Jerome Dubois, padre de la niña quien me explicaba los detalles de su llegada. Al parecer el concejal, gran asiduo de la parroquia, le explicó sobre la escuela.

En aquella breve charla pude distinguir un padre preocupado por la educación de su hija. Con buenas referencias de mi proyecto de colegio parroquial, motivo principal para decidirse por inscribirla aún cuando podía optar por otros colegios en otras ciudades.

Obviamente yo sabía que la principal razón para no enviarla allí, era el alto tiempo que tomaba llegar y volver para dejar a su hija… y como os dije, muchas veces la familia no desea separarse de sus niños.

Puesta la balanza, entre nivel educativo y cercanía, yo sabía que si demostraba que aquel colegio parroquial reunía las mínimas características para una enseñanza decente y ordenada, todos los padres optarían por inscribirlos aquí… ¡Y ya os veis que no me equivoqué!

Sobre la conversación con el señor Dubois, como os dije, de solo escucharlo ya podía identificar el tipo de padre de familia que era… ¿Cómo?… Pues el haber trabajado algunos años como educador, ya me ha dado madera suficiente para saber distinguirlos por grupos: irresponsables, preocupados, excesivamente preocupados, responsables y otros. En este caso, un padre preocupado, pero con poco tiempo para su hija, él y su esposa estaban absorbidos por su trabajo y veían a su hija más que por las noches y fines de semana.

En fin, luego de enterarme de la situación de Francesca, podía ubicar a aquella tierna niña en una situación similar a la de Mia, padres interesados en que su hija tenga todo lo necesario, antes de retornar a su adicción por el trabajo… ¡Muchas veces olvidando pasar tiempo con ella!

Sin embargo, donde hay niñas descuidadas es terreno fértil para que nazcan otras figuras adultas que puedan ganarse su confianza… Y he ahí la razón mis estimados amigos, para adentrarme en la conquista de aquella tierna niña de 6 añitos.

Su belleza, situación familiar, alcance y oportunidad, eran componentes importantes en mi decisión por emprender el proyecto Francesca… ¡Un proyecto que podría traerme grandes frutos!

Pero eso… eso será motivo de otro relato. Hasta entonces.

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