Confesiones del Padre Arturo: Exilio parte 7

Continuamos con las nenitas de Exilio.

Como ya sabrán, tras aquel fin de semana donde gocé de la pequeña Leydi logrando inaugurarla por su colita, ya nos encontrábamos en el lunes donde continuarían nuestras aventuras juntos.

Tras lograr ponerla contenta de nuevo jugando con las pompas de jabón en el parque, la nenita estaba más risueña y me seguía con una sonrisa mientras paseábamos por la ciudad.

Paseamos por la ciudad yendo de atracción en atracción hasta llegar a la feria situada casi a los límites de la misma. Era una feria donde nunca había ido Leydi, con la promesa que iríamos a la función del Cascanueces que estaba muy cerca.

Había vestido a mi tierno ángel Leydi con su vestidito crema y unos zapatitos que le compré como otro regalo más que su ingenua madre no dudaría en agradecerme y disipar sus dudas cuando la devolviera a su lado. La pequeña casi se manchó con helado pero afortunadamente pudo limpiarla a tiempo.

Luego de buen rato en la feria, nos dirigimos a un miniteatro donde actuarían la obra Cascanueces para lo cual solo compré un asiento, así que aproveché para sentar a la pequeña en mi regazo, mientras estábamos rodeados de padres y madres con sus hijos.

Pasábamos inadvertidos como un padre y su hija, pero nadie se imaginaría el tipo de “relación” que tenía con aquella infante. Mientras la tenía sentada con su colita sobre mi verga podía notar como mi miembro reaccionaba nuevamente a su delicada forma.

Amparado por la oscuridad de la sala del cine, aproveché para manosearla por debajo de su vestidito, haciendo a un lado su calzoncito para palpar su tierna rajita directamente.

-¡Pa… paleta…! – pide Leydi al ver pasar a una nenita con su papá mientras llevaba una enorme paleta que al parecer antojo a mi nenita de 3 añitos. Por poco me asustó que alguien pudiera voltear a mirarnos y notar como morboseaba a mi tierna infante.

-¡Pero si ya comiste helado! – la regaño al oído.- ¡No más dulces hasta la noche! – le digo severamente ante lo cual Leydi hizo puchero. Aún con eso, me dejó seguirle manoseando su conchita, lo cual me dio buenas señales que la pequeña se había acostumbrado a ello.

Por momentos se movía mucho mi regazo, pero eso no hizo que detuviera mis manoseos a su rajita, aquella dulce fruta prohibida que deseaba más que nada. Una vez conquistado un primer agujero deseaba el otro que aún me repelía y el cual la pequeña Leydi debía entregar a voluntad.

Poco a poco me iba poniendo más acalorado al sentir su colita sobre mi verga mientras seguía manoseándola, imaginado llegar a la cabaña donde estaríamos solos para que pudiera dar rienda suelta a mis bajos instintos.

Y es que tenía un plan muy bueno bajo la manga. Había salido de la protección de aquella cabaña en un día de feria junto a Leydi para conseguir que bajara la guardia y estuviera más accesible para lo que tenía planeado con ella.

-¡Baño…! – de pronto suelta Leydi queriendo levantarse rápidamente, pero la detuve al instante.

Me tomo desprevenido, aunque pude reaccionar a tiempo. ¡Por poco revelaba a todos que estaba con las braguitas abajo y mis dedos en su rajita!

-¡Espérate! No tan de prisa… – la aferro a mí, mientras hábilmente vuelvo a subir su calzoncito para luego retirar mis manos de debajo de su vestidito.- Ahora sí, vamos…

Salimos de la sala de teatro y tomando a Leydi de la mano comencé a buscar donde estarían los baños. Finalmente encontré el lugar y era uno mixto que no sería un problema si es que alguien preguntara porque ingresaba con mi “hija” al mismo tiempo.

Junto a mi criatura de los tormentos, ingresé y trabé para evitar visitantes inoportunos. Mientras tanto, la pequeña que ya estaba bien instruida por sus papis, ella solita fue hasta la tasa y se bajó sus braguitas antes de sentarse.

-¡Muy bien, Leydi! – digo al mismo tiempo que me acerco a ella y la observó terminar de orinar. Su rajita que había estado siendo manoseada por vuestro humilde servidor y que me tenía muy caliente, ahora estaba expuesta nuevamente ante mí.

Rápidamente liberé también mi verga al aire, ya totalmente erecta por el faje anterior con su colita y mis continuos tocamientos a su tesorito. Sin preámbulos, comencé a pajearme mirándola mientras Leydi terminaba por expulsar aquel chorro y hasta que finalizó ya me encontraba totalmente en mi límite.

Leydi levantó la vista y se encontró conmigo en plena paja, pero reaccione al instante antes de que se levantara.

-Venga, mi vida… hay que limpiarte…- susurro arrodillándome y obligándola a que permanezca sentadita y abierta de piernas.

-Jijiji….

-Mmmm!! Ommm!!

-Jijijiji….- la pequeña solo ríe mientras hurgo mi lengua por su canalcito de 3 añitos que se estremece al sentir aquel húmedo acosador. Su ingenuidad y gustito ante mis caricias me prenden mucho más. Ambos somos cómplices disfrutando de los placeres que nos otorga su cuerpito infantil.

-Mmmm!! Que sabrosa estas, mi vida… Déjame beber tus juguitos para dejarte limpiecita… ¡Uff…!

-Ahaa…Jijiji…- Leydi ríe justo cuando vuelvo a infiltrar mi lengua por aquella tierna línea humedecida por sus orines y mi saliva. Pecaminosa emulsión que brota de su tesorito y es un manjar digno de un amante de las niñas como vuestro humilde servidor.

Recorría mi lengua experta por aquella vaginita infantil, lamiendo como poseso de la fuente sagrada arrancando más gemiditos y risas a mi dulce ángel vestida…

-Ahhh…Jijiji…jijiji..

-Mmm!! Ommmm!! Que delicia Leydi… ¡Ommm!…, que delicia, mi niña…

-Jijiji… Adadada…

-Ommm!! Mmmm!!

Ya con mi verga a reventar, deseaba desahogarme por lo cual comencé a dirigir mi miembro hacia la inocente Leydi que sabría darle “tratamiento” con sus tiernos labios de querubín.

¡TOC! ¡TOC! De pronto llamaron a la puerta con golpes fuertes que casi me hicieron saltar del susto. Miré por las rejillas de la puerta solo para encontrarme con que alguien esperaba afuera.

Al parecer había una señora y sus hijos que deseaban usar el único baño mixto de aquel mini teatro. No parecían sospechar nada de lo que estaba sucediendo dentro por lo cual me calmé un instante.

Maldiciendo por dentro, procuré aguantarme y limpiar rápidamente a Leydi antes de salir del baño para volver a la función del Cascanueces. Regresamos antes de que acabara el primer acto, por lo cual Leydi se emocionó uniéndose al resto de niñ@s que embobados veían aquel espectáculo infantil.

Por mi lado, solo procuré aguantarme las ganas recordando que ya tenía un plan para continuar “disfrutando” de la pequeña Leydi sin necesidad de ir contra su voluntad. Si todo salía bien, tendría acceso ilimitado a su cuerpito de infante de 3 añitos y con su venia.

Una vez terminó la función del Cascanueces, salimos para comprar un helado que tanto me había estado reclamando Leydi, pero además, para ponerme bonachón con la nenita le dije que visitaríamos la tienda de juguetes a lo cual Leydi se emocionó imaginándose que tendría otro regalo.

Ingresamos y aun cuando le dije que le compraría uno pequeño, la llevé por la fila de juguetes más grandes y caros que había en la tienda. Una sección de solo peluches de animales más grandes en tamaño que la propia nenita que me acompañaba.

El efecto de los peluches enormes en las infantes es tan hipnotizante al punto de que a Leydi le brillaban los ojitos cuando iba de un lado al otro dando saltitos y viendo aquellos que más le gustaban.

-Recuerda Leydi, tiene que ser uno pequeño…- le digo aun cuando en toda aquella fila eran del mismo tamaño.

Había tantos que la pequeña hipnotizada por tanto peluche finalmente se lanzó hacia uno de ellos que justo estaba en la parte final de aquella fila.

Leydi de abrazó al enorme oso casi del doble de su tamaño y que parecía de los más caros de la tienda. Al verla tan segura, me acerqué a su lado para escuchar su decisión.

-Estee…- me pidió la nenita de 3 añitos. En sus ojitos se veían las ansias de una criatura angelical que desea más que nada que cumplan su pedido.

-Ohh… es un oso muy grande…

-Esteee..- insistió la criatura como siempre que le entraba un capricho.

-Bueno.. entonces…- sonrío al ver a Leidy tan insistente.

Por un momento miro alrededor, ubicando los ángulos de las cámaras de seguridad de la tienda. En mi experiencia siempre es posible ubicar un ángulo desde el cual era imposible que pudieran grabarte, y sobre todo con nenas tan pequeñas.

Rápidamente divisé que aquel enorme oso casi del doble del tamaño de Leydi nos podía cubrir a ambos si yo me arrodillaba a su lado.

-¿Nos llevamos ese, Leydi?- pregunto al oído de la nenita acariciando su hermoso cabello.

-Siiii… Esteee…- asiente Leydi abrazada al oso. Se nota que lo desea con desesperación.

-Ok, bebé… Nos lo llevamos, pero…- empiezo al mismo tiempo que meto mi mano por debajo de su vestidito hasta internar mis dedos dentro de su truzita.-… jugamos a la llave en tu colita…

-Nooo… no llave en colita…noooo- reprocha Leydi poniéndose molesta de pronto. Hasta así se veía tierna.

-Sí, bebe…. Llave en colita…

-Nooo… llave duele colita….- contesta Leydi con su vocecita de reproche sobándose.

Al encontrarnos en tal contradicción no me molesté ni nada parecido. Había previsto que la nenita no accedería tan fácil después de cómo se puso cuando la abrí por aquel agujerito. No había prisa, el plan marchaba a la perfección.

Y es que a decir verdad podría aprovecharme de ella nuevamente y forzarla contra su voluntad, sin embargo, en mi experiencia es mucho mejor dejar que sea la misma nenita quien te de su permiso. De esa forma, no podrá culparte por lo sucedido ni acusarte con alguien ya que sentirá que ella también ha hecho algo malo.

Con eso en mente, me levanté y tomé de su manita a Leydi para irnos.

-Bueno, pues no hay oso…- le digo jalando a Leydi con dirección a la salida de la tienda. Sin embargo, la pequeña se resistió abrazando al oso que era el doble de su tamaño.

-Noooo… quiero oso…- se empecina Leydi aferrándose al enorme peluche. Volví a arrodillarme para que solo pudiera oírme ella y su protesta no alertara a otros clientes de la tienda.

-No hay colita, no hay oso…- le susurro al oído.

-Noo.. oso míooo…- reprocha Leydi haciendo berrinche.

-¡NO!- le digo en voz muy alta que sé que la nenita se intimida, doy un último jalón y consigo sacarla del área de juguetes. Era necesario mostrarme autoritario a pesar de que deseaba volver cómplice a Leydi de nuestros juegos, pero también necesitaba imponer respeto.

La nenita se quedó con cara de molesta, sin embargo obedeció sabiendo que no deseaba verme molesto ya que luego venían los regaños. Finalmente justo antes de salir de la tienda, en lugar de eso giré nuestro trayecto hasta entrar a otra zona del área de juguetes.

Había vari@s niñ@s observando los scooters y triciclos. Incluso una pequeña área donde los probaban unos metros para ver que tanto les gustaba.

Me dirigí con Leydi hasta llegar a donde estaban los triciclos. Había uno color purpura con escarchas que lo hacían ver brillante a la luz.

-¿Te gusta el triciclo? – pregunto una vez Leydi se sube emocionada y comienza a pasearse.

-Siii… quiero este…- responde la nenita.

Sonriendo, llevé a Leydi y su triciclo hasta otro punto ciego de las cámaras y un poco alejado del resto de clientes de la tienda. Me arrodillé a su lado para hablarle nuevamente al oído mientras levantaba su vestidito.

-Triciclo y llave en conejito…- le digo pulsando uno de mis dedos sobre su rajita.

-Nooo… llave duele…- vuelve a reprochar Leydi.

-Entonces tampoco hay triciclo…- repito haciendo gesto de negación.

-Nooo… triciclo míooo…- vuelve a protestar Leydi.

-Buuuuu…- empezó a hacer berrinche la niña, pero como era medio normal en aquella juguetería solo algunos pocos voltearon a mirar y luego apartaron la mirada.

Me levanté nuevamente tan alto como era para imponerme ante aquella infante y tomarla de la manita señalándole que saldríamos de aquella tienda.

-Nos vamos…- le digo con aquella voz seria que Leydi sabe que no debe desobedecer.

-Pero quiero triciclo…- protesta Leydi. Al escuchar ello volví a arrodillarme para hablarle al oído.

-No llave…- empecé pero antes de que pudiera continuar…

-Sí llave… sí llave… – soltó Leydi de pronto para mi sorpresa.

Quedé atónito pero entusiasmado al escuchar esas palabras de Leydi… ¡Había funcionado a la segunda! ¡Vaya rapidez!

Y es que pensaba que tendría que llevarla por más zonas de la tienda de juguetes antes de que pudiera caer con alguno y accediera a dejarse tentar. Las nenitas de su edad son más fáciles de convencer con estas cosas.

Leydi no era muy distinta, al fin y al cabo.

-Llave, ¿en colita? – pregunto acercándome para que solo ella pueda escucharme.

-Llave conejito…- contesta Leydi inocente, pero decidida a no quedarse sin regalo.

-Sí, sí… ok bebé… nos llevamos el triciclo…- asiento contento de al menos haber ganado esa batalla.

Ordené el triciclo con los de la tienda y lo acomodaron fácilmente en el capote del auto. De paso compré una paleta a Leydi cuando la dejé esperando en el auto, mientras yo me encargaba de pagar y todo lo demás. De la emoción casi se me olvida el cambio en la caja registradora.

Cuando volví al auto la encontré lamiendo su paleta mientras emocionado me imaginaba que más pronto que de prisa podría llevármela a la cabaña donde finalmente abriríamos su preciosa rajita infantil.

-Padre…- dice Leydi.

-¿Sí, mi amor? ¿Que deseas? – pregunto cariñosamente a la nenita mientras encendía el auto.

-Quiero oso… – suelta la nenita pero sin hacer rabieta.

¡Vaya cambio! La infante de 3 añitos ahora parecía dispuesta a negociar más de lo que yo pensaba. El triciclo seguramente le parecía perfecto pero el oso seguía rondando su mente y seguro se preguntaba si también podría llevarse el peluche por el mismo precio.

¡Pequeña ambiciosa! Sonreí ante su afirmación pero no dejé que la emoción nublara mi estrategia con la párvula. Si fuera la primera vez que negociaba con una nenita su ternura me habría ganado al punto de complacerla sin objeción.

-No colita, no hay oso…- replico comenzando a mover el auto queriendo salir del estacionamiento.

-Noo, oso míooo…- reprocha Leydi volviendo con el berrinche.

-No oso…

-Sí oso…- reprocha Leydi.

-¿Sí colita?

-No colita… Sí oso…

-No oso…

-SÍ OSO!!…- reprocha Leydi siguiendo con el berrinche.

De pronto, aprovecho un momento que otro auto sale del estacionamiento y me obligó a detenerme para estirar mi mano hasta la infante y levantar su vestidito por detrás. Mis dedos hábiles la levantan hasta internarse y acariciar sus tiernas posaderas.

-Sí colita… y sí oso…- le digo.

-Sí…- responde Leydi finalmente.

¡AL FIN! ¡PREMIO DOBLE PARA AMBOS!

No demoré ni diez minutos en regresar a la tienda y traerme aquel enorme oso y colocarlo en los asientos traseros ante la emoción de Leidy quien por fin vio cómo se llevaba ambos premios.

Casi ni demoré en llegar hasta la cabaña que nos refugiaba. Aunque el tiempo era lo de menos, ya que cuando estuviéramos solos podríamos darnos el lujo de demorar lo que hiciera falta, las ganas que le tenía a esa nenita eran tan altas como mis deseos porque fuera ella quien me pidiera “poner la llave”.

Al llegar, dejé ambos regalos afuera de nuestra habitación donde llevé a Leydi para cambiarla y preparar la alcoba con todos los detalles de la grabación. Un momento tan sublime debería ser registrado en video, además de que era mi primera vez desvirgando una nenita de 3 añitos.

Incluso tenía un paquete de primeros auxilios listo por si tenía que utilizar mis conocimientos médicos para evitar cualquier desgracia. Siempre hay que tener cuidado cuando se trata de desvirgar niñas tan pequeñas.

Una vez desvestí a Leydi, yo también me preparé para nuestra tarde especial.

-Así quedaste muy linda, mi amor…- le digo colocándole una faldita verde transparente que dejaba ver todo de ella pero le daba un toque muy sexy para las fotos que planeaba hacer.

Ambos desnudos y listos para la faena que se avecinaba.

-Muy bien, Leydi… muy bien…

La sesión de fotos siguió viento en popa, haciéndola posar en múltiples posiciones y tomándole fotitos desde distintos ángulos, mientras ella ya acostumbrada se dejaba fotografiar. Incluso grabe algunos clips para luego renderizar en un álbum que editaría más adelante.

Y es que los gastos que realizaba en este viaje deberían ser compensados, enviando este catálogo a los altos mandos de la facción de “El Club” que presidía Isaías. Sin dudas Leydi sería un objetivo muy preciado para ellos y es por eso que no escatimé en recursos para entrenarla.

Una vez acabamos con esa parte, traje su triciclo a la alcoba y lo dejé muy cerca de la cama.

-¿Quieres pasear con tu triciclo? – pregunta a la nenita.

-Chiii… chii…- suelta Leydi contentísima. La pequeña se subió y comenzó a recorrer por toda la habitación dando vueltas y haciéndome tener cuidado con que no se chocara con algunas de las luces y cámaras apostados para grabarla.

Por mi parte también la fotografié y seguí por toda la habitación, asegurándose de captarla manejando su triciclo, desnudita solo con esa faldita sexy semitransparente. Las fotitos que quedaron sin duda sería un tesoro invaluable de su gran “inauguración”.

Luego de ello, la levanté del triciclo y la puse sobre la cama. Me llevé su triciclo fuera de la habitación en medio de sus protestas porque la pequeña pensó que le quitaba su regalo.

-No, Leydi. Toca jugar a poner la “llave” en el “conejito”..- le digo cariñosamente.

-No llave… Sí triciclo…- repite la nenita.

-No llave, no triciclo…- corregí a la pequeña antes de cargarla hasta la cama.

Encendí la TV y puse una película infantil de la Granja.

-¡Siii… ‘Anja’!- exclama Leydi cuando me vio colocar la peli al mismo tiempo que era colocada echadita sobre la cama abierta de piernas.

-Vamos a levantar esto, Leydi… Ufff!!- deliro justo cuando retiró aquel inútil pedazo de tela que me impedía la visión de su rajita. Su faldita semitransparente ya no protegía su inocencia.

¡Allí estaba nuevamente! Aquella tierna línea rosadita que casi me sonreía, tan deliciosa a la vista para ponerme a babear desquiciado por estar en la posibilidad de degustarla…

Como un energúmeno, la tomé de sus piernitas y las abrí mientras la nenita seguía echada sobre el colchón. Aún recuerdo como ayer domingo, intentamos por todos los medios dilatar su rajita para que pudiera penetrarla aunque fuera un poco, pero la nenita seguía resistiéndose. Para hacerlo bien por su vaginita, a diferencia de por su anito, requería que no se asustara tan pronto y me terminara desacomodando la penetración.

Si bien luego me di un festín con su colita, tal que se puso molesta conmigo por ello, aún me había quedado con las ganas de “meter la llave” en su rajita. Por lo cual deduje que necesitaría compensarla, llevándola de paseo nuevamente para volver a ganarme su confianza y fuera ella misma la que permitiera una penetración adecuada a su “conejito”.

Y ahora estaba nuevamente frente a mí: aquel caminito entre sus orificios que me abría un sinfín de posibilidades con tan tierna niña, a la cual había engañado para tomar ventaja de su cuerpito de bebé… ¡Ahora estaba tan dócil como una muñeca!

-Jiji….- vuelve a reír juguetonamente la pequeña cuando comienzo a degustar de aquella sabrosa rajita de 3 añitos.

-Mmmm!! Joder… Mmmm!! Que sabrosa rajita, mi Leydi… Mmmm!!…- deliro ensalivando aquella vaginita y sintiéndome dueño de ella. Las cámaras nos graban captando aquel dulce momento, previo a la apertura de aquella tierna línea.

Continué por vario rato saboreando aquel manjar de dioses mientras recorría mi lengua experta por toda su rajita… Podía sentir el roce de mi cuerpo con el suyo mientras me esmeraba en darle una buena comida de chuchita…. ¡Manjar de dioses!

-Jiji… Ah! Jijij…- chilla y ríe la nena cuando de pronto la levanto un poco más pero esta vez para no solo lamer su rajita, sino también llegar hasta su anito de nena de casi 3 añitos. Algo dilatado también, sobre todo después del intenso uso que le dimos ayer por la tarde.

-Joder! Que sabrosa estás, mi Leydi… Mmmm!!…- murmuro levantándola para echarla de costado a mi lado.

-Jijij… Jijiji…- ríe Leydi ya muy metida en las sensaciones que siente su cuerpito. A diferencia de las primeras veces, ahora la pequeña sí parecía haber aprendido a disfrutar cuando alguien le come su pepita, a pesar de solo tener 3 añitos.

BEEEE!! MIAUU!! OINK OINKK!! Suena en la pantalla de la TV, mientras los dos no le prestamos la mínima atención y solo sirve de ruido de fondo para la grabación de la escena profana que representamos en la cama.

Babosee aquella rajita y culito pasando mi lengua y dedos por su superficie ávido por no dejar siquiera un cm sin ensalivar de aquellos agujeritos infantiles.

-Joder! ¡Qué sabrosa rajita mi Leydi!… ¡Qué sabrosa, Dios Bendito! -deliro sin reparos en que alguien me escuchara, aislado a kms de distancia de los padres de esta niña que me la confiaron.

Saqué el huevo vibrador que suelo usar con Leydi para los “preparativos” y lo encendí.

-Jijijiji!! Ah! – chilla Leydi cuando comienzo a pasárselo por toda su rajita… la nena instintivamente se cubre, pero yo soy más rápido para apartar sus manitas.

– Shh! Tranquila bebé… Recuerda que debes dejar tus piernitas abiertas, mi tierno ángel.- le digo volviendo a acercar el huevo a su chuchita…

– Ahh! Jijijji…- atina a soltar Leydi ya sin taparse y obediente con que no podía cubrirse. Poco a poco se ha ido acostumbrando a que aquel huevo le da placeres a su pequeño cuerpito de 3 añitos.

Comienzo a intensificar su estimulación, ahora lamiendo también sus pezoncitos rosáceos, haciendo círculos y degustando aquella piel de seda y blanquita de mi Leydi, mientras por debajo seguía presionando el huevo vibrador en su rajita.

-Muy bien, bebé… Mmmm!!… Qué delicia…. Joder!

-Jijijiji.. Ahhhh! – gime Leydi cuando de pronto presiono más el vibrador estimulando su vaginita y besando su rajita.

-Brrrrrrrrr!! Brrrrrr!!

-JJijijijijiji

-Brrrrr!! Brrrr!!

-Jijijiji….AHHH!!

Dejando los juguetes de lado, ahora arremetí con mi verga enseñándosela directamente a Leydi que seguía echada boca arriba sobre la cama mientras yo me le encimaba.

-Recuerda Leydi… llave sí…- le digo enseñándole mi verga toda llena de líquido preseminal y dispuesta a invadir sus dominios.

-Oso sí…- contesta la muy traviesa. Aun cuando estamos en plenos “juegos” la muy bribona de 3 añitos sabe recordar su “premio”.

-Oso sí… Triciclo sí… llave sí…- respondo para que quede claro para Leydi.

-Llave sí…- repite Leydi asintiendo obediente.

-¿Dónde irá llave, mi amor?- pregunto cariñosamente.

-Aquí… Conejito…- señala la muy tierna a su entradita bendita, antes de agregar-… Oso sí…

-Sí, bebé… ya tendrás tu oso, pero… llave en “conejito”- le digo acercando la punta de mi falo y haciendo contacto con su rajita infantil… ¡El fálico acosador tentaba la entradita de la dulce infante!

-Oso sí… Triciclo sí… Llave sí…- repite la nenita tal cual le había dicho.

¡Qué ternura infantil! Embelesado, comencé a tallar mi miembro por la superficie de su chuchita, subiendo y bajando, en aquel cauce desesperado de pasiones, en las cuales el contacto con aquella vaginita me daba un placer inmenso al rozar tan tierno ser…

Arriba, abajo, arriba, abajo.. tallaba mi verga imaginándome mancillando a aquella criatura de apenas 3 añitos, mientras la nenita miraba hacia nuestros sexos, aún inocente de las consecuencias de haber cedido el regalo bendito de su virginidad por un simple triciclo…

En un momento, casi me entra la locura por penetrarla violentamente cuando presioné fuerte su vaginita con la punta de mi verga… ¡Ufff! … ¡Tan cerca!…

-Uhhhh… Buaaa!! –

-Shhh!! Leydi… sé… sé una niña valiente… – balbuceo abriendo su rajita. La cordura se me iba mientras presionaba aquella línea bendita que me separaba de ser uno solo con esa nenita.

-Uhhhhhhh!! Uhhh!! – chilla Leydi y por instinto quiere apartarme, pero no la dejo usando parte de mi peso para impedirlo.

-Shhhh!! Triciclo Leydi… triciclo sí…OHHH!! -exhalo al sentir como mi glande desaparece abriendo groseramente la vaginita de Leydi por primera vez.

-Uhhhh!! BUAAAAAAAA!! – lloriquea la nenita pataleando inútilmente.

-Ohhh!! Jodeeerr!! HOOOOOO!! – grito extasiado al finalmente introducirme dentro de Leydi.

-UUUUUUUUUUHHH!!

¡Al fin estábamos reunidos! Su rajita de infante era brutalmente abierta por mi verga que bastaba ingresar mi glande para proporcionarme el paraíso soñado que vi hace unos días con Leydi cuando la abrí por su colita. Hoy abriéndola por delante vuelvo a sentir la misma sensación desquiciante al punto de casi rebajarme al papel del macho copulador que no le importa nada y solo desea seguir avanzando en su pequeña hembrita de 3 añitos.

Por momentos me mareaba la inmensa cantidad de éxtasis que recorría mi cuerpo al sentir tal apriete en mi verga. Casi que me dolía estar solo con la punta clavada en su rajita, pero el placer por el apriete calmaba todo cual bálsamo lujurioso de tan brutal escena.

-UUUUUUHHHH… BUAAAAAA!!

Leydi lloriqueaba, abierta por su rajita ya sin intentar zafarse porque ya no presioné más y me dediqué a dilatar su agujerito solo con la punta de mi verga. La sostenía muy bien, para evitar que nos moviéramos y pudiera desgarrar su vaginita de ángel que se notaba rojísima de tanto jaloneo….

-UFFF!! …JODEEEERRR!! LEYDIIII!!

-AYYYY!!! UUUUUHHHHH!!

Ambos desnudos sobre la cama, disfrutando de la inauguración de aquella blanconcita de 3 añitos, que de seguro a partir de ahora sería educada por este humilde sacerdote para poder recibir calibres similares en aquella dulce rajita… ¡Inevitablemente se volvería en una catadora de vergas y ni había ingresado al kínder!

-Muy bien, Leydi… Que rico se siente tu “conejito”…. UFFFFF!!- le digo limpiando con una mano las lágrimas que salían de sus ojitos de ángel.

-BUUUUUHHHH!! Conejitooo!! Leleeee!! – lloriquea la nenita.

-OHHH!! Tranquila, bebé… Te estás ganando tu triciclo… OHHHH!!… Triciclo, Leydi! Triciclo!- repito en un afán porque la pequeña infante supiera que sus esfuerzos no serían en vano.

-BUUU!! AUUU!! LELEEEE! (duele) -sigue sollozando la nenita mientras palpito dentro de su rajita. La pobre resiste pero no puedo evitar palpitarle dentro, queriendo dilatar su interior con la punta de mi verga.

La primera vez que la abrí por su colita duré apenas un par de minutos pero ahora me mantuve clavado dentro de la llorosa Leydi que era utilizada como mi juguete sexual. Con la experiencia de la última vez, hice lo posible para contenerme no venirme tan pronto a pesar del aplastante placer que invadía todo mi ser, sintiendo aquel apriete bendito de Leydi sobre mi cabezudo.

Mi visión fallaba por momentos de todas las sensaciones juntas que me invadían. Veía luces de tanto placer por sentirme dentro de Leydi, clavando mi desquiciada verga, que en cada pálpito amenazaba con liberar el contenido de mis gónadas sin previo aviso.

Lo único que me mantenía cuerdo era seguir hablándole a Leydi, calmándola y acariciando su sedoso cuerpito de ángel mientras limpiaba sus lágrimas

-SHHH!! Ya no duele, bebé… OHHH!!… – exhalo al mismo tiempo que uso un poco de papel para limpiar la sangre que emerge de su desvirgada vaginita. Mi vergudo solo con la cabeza dentro de ella deja salir aquella prueba del sello de garantía de la nenita de 3 añitos.

-BUUUU!! AUUU!! – solloza la pequeña aunque ya sin lloriquear. En tantos minutos echadita y siendo penetrada, al fin parece pasarle el dolor o acostumbrarse a la apertura de su inexistente himen.

-OHHH!! TRICICLO!! LEYDI! TRICICLO!! RUU!! – simulo el ruido que hacía cuando le decía como manejaría su nuevo juguete.

-UHHH!! ‘Ticiclo’ siii!! UHHHHH!! – solo balbucea la nenita

Ahora estaba seguro que no lloriqueaba, en cambio solo sollozaba abierta por su rajita… Aun cuando solo tuviera la punta de mi miembro metida dentro de ella… ¡AL MENOS ERA UN INICIO!

La nenita cerraba sus ojitos mientras yo seguía delirando dentro de ella, al mismo tiempo que acaricio sus pezoncitos con una mano para calmarla. Mi plan era estimularla en muchos puntos para bajarle el dolor en su rajita que seguía igual de roja por la penetración.

-Muy bien, bebé… OHHH!!… Muy bien… ya te traigo tu triciclo… RRUU!! RRRUUU!!

-UHHH! Sí, triciclo… Uhhhh…- gimotea Leydi pero ya menos chillona.

-Muy bien, mi amor… MUACK! – le doy un beso esforzándome por estirarme sin moverme tanto dentro de ella y poder hablarle bien al oído mientras sigo en esa pose de misionero.- Triciclo! RRUU!! RRUUU!! Ohhhh!!

-Uhhhh!! Triciclo… rruuuu!! rruuu!! – imita la pequeña siguiéndome el juego.

¡Increíble! La nenita de 3 añitos que estaba siendo cruelmente violentada por el sacerdote que su mami confiaba ahora me seguía el juego del triciclo. Sin saberlo, la pobre se había acostumbrado a ser utilizada y ahora me dejaba su rajita para satisfacer mis perversiones.

-Ufff ¿ Leydi, hacemos rruuu rrruu? – pregunto a la nenita sudándole en su rostro por todo el esfuerzo de contenerme.

-Uhhh!… Rruuu… rrruuu??- contesta la pequeña sin comprenderlo viendo como cae mi sudor sobre su rostro

-Si, bebé… Triciclo rruuu rruuu!! Llave rruuu rruu! – le digo para que entienda que deseo moverme dentro de ella.

¡Y es que ya era hora! Aquel jueguito de “poner la llave” debía pasar al siguiente nivel, donde la pequeña sabía que yo movería su “conejito” usando mi “llave” para elevar mi placer (y próximamente el suyo) a un nuevo nivel… ¡No iba a quedarme sin el plato principal!

-Uhhh!! Triciclo rruuu rruu!! Llave rruu rruu!! – responde la blanconcita ante mi asombro.

¡Éxito total! Casi sin piedad, cual bestia a la que solo le importa copular, no esperé más por continuar la invasión de aquel tramo que me faltaba para dejarle al menos la mitad de mi verga dentro de su rajita … ¡FRENESÍ A TOPE!

-JOOOOOOODER!! LEYDIII!!

-BUUUUUUUUUUU!!! UAAAA!!- chilló la pequeña siendo sacudida como una muñeca.

-OHHH!! LEYDIIIIIIII!! MI AMORRR!! – deliré entrando y saliendo con la punta de mi verga dentro de ella, elevándome a otro nivel de lujuria extrema que me nublo la vista nuevamente.

-BUUUUUUAHHHHHH!!!

Desquiciante era la única forma de definirlo. Cada vez que me movía dentro de aquella rajita de 3 añitos, sentía que pronto acabaría por rellenarla a raudales con el contenido de mis gónadas que ya me dolían de la presión por todo el esperma que guardaba para ella.

Tenía la mente perdida en las nubes del hedonismo y casi no me aguantaba aumentar más la frecuencia de las sacudidas, luchando por llegar a introducir la mitad de aquella “llave”, dentro del “conejito” de aquella nenita de 3 añitos…

-Ufff!! HOOO!! ¡QUE RICO SE SIENTE TU “CONEJITO”, LEYDI!! UFFF!!

-¡UUUUHHH! BUU!!! UHHH!!!

-HOOO!! ¡ ¡QUE RICO PONEMOS LA LLAVE, LEYDI!! JODEEEERRR!!!

-UHHHH!! UHHH!!

Al mirarla de reojo casi perdí la razón, porque a diferencia de la vez que la penetré por su colita, si bien ella lloraba igual pero ahora veía esa mirada que reconocí en tantas nenitas que aguantaban conscientes de que el dolor desaparecerá pronto. En su mirada no reconocí que tuviera 3 añitos, sino la experiencia que mis nenitas ganaron con el tiempo al recibirme continuamente en sus orificios.

¡Magnífica situación! Y es que yo sabía que luego de tanto resistirlo, Leydi por fin comprendería que solo le servía seguirme el juego para volver a disfrutar al igual que cuando jugábamos con su rajita y ella chupaba mi verga. Necesitaba entender a su forma que este dolor era temporal y obligatorio para que pudiéramos disfrutar de las mieles de estos “juegos”.

Seguí sacudiéndome dentro de Leydi por unos instantes más, en los cuales parecía que la nenita se acostumbraba cada vez más al dolor, rogando en mi interior que fuera posible que sintiera algo de placer mezclado para que la experiencia fuera un brutal éxito. Solo necesita una pizca de placer en ese dolor y la blanconcita comenzaría su “educación” con el pie derecho.

-Ufff…. Uffff…. Que rico es tu conejito, Leydi…. Ohh… Muy bien, preciosa…. Rrruuu!! Rruuu!!

-Ahh…. BUUUUHHH!! Rruuu rruuuu!! – contesta Leydi lloriqueando aunque siguiéndome el juego.

-Ufff!! Muy bien, bebé…. Ohhh!!… Joder… Que rico ponemos la llave, Leydi… Resiste…. OOOOOHHHH!!!- exhalo fuerte justo antes de subir algo más la velocidad. Necesitaba hacerlo aún a pesar de que eso significara acabar con el “juego” de poner la llave. Necesitaba sentir como era aquel desquicio total.

-BUUUUUUUUUUU!!!

-UFFFF!! LEYDIIIIIIIIIIIIIIIIII!!

-BUUUUUUUUHHH!! AHHHHHH!!!

¡Apenas pude aguantar unos segundo más en el nirvana! En pleno estado animal, cual bestia que perdió la conciencia y se entregaba a sus instintos más primitivos, mi cordura desapareció mientras estaba sacudiéndome dentro de Leydi, al punto que me dejé llevar finalmente por Afrodita y con sumo deleite procedí a liberar aquella carga reservada para la nenita de 3 añitos….

-OOOOOOOOHHHHHHHHHH!!! JODEEEEEEEERR!!

-UUUUUUUHHHHHH!!! BUUUUUUUUUUU!!!

Ya sin evitarlo en lo más mínimo, sentía mi verga dilatarse y expulsar chorros de esperma dentro la rajita de la tierna Leydi, con tal fuerza que terminé saliendo de los dominios de la blanconcita de tres añitos que era bañada como si fuera un bukkake al ser tan chiquita y recibir tanto esperma…

¡La dejé blanconcita nuevamente! Pero esta vez con mi lefa que seguía saliendo y bañando a la tierna infante, rociando su abdomen, rostro y cabello…. ¡No hubo cm de piel que se salvó!

Y es que estaba enloquecido de placer y mis gónadas quedaron secas por tremendo morbo de follarme una nenita tan chiquita que era casi una muñeca.

Aún había mucho por grabar, sin embargo, aquella inauguración de su rajita sin duda sería un video inédito para la posteridad. La desvirgación de una nenita de 3 añitos no es algo que puedas disfrutar todos los días.

……………………

No faltaba mucho para el arribo de los papitos de Francesca tras su extenso viaje. Sin duda estarían ansiosos por ver a su pequeña tras semanas lejos de ella. Aun cuando se comunicaran por teléfono, no es lo mismo que ver a tu criatura frente a frente.

¡Vaya que se sorprenderían si se enteraran cuanto había experimentado Francesca en tan poco tiempo! Pero claro, eso no lo sabrían nunca. Nuestros “rituales” secretos seguirían siendo parte de ambos, adulto y niña, y jamás debería salir a la luz. Francesca lo sabía muy bien y su devoción así se lo hacía saber cada vez que nos envolvíamos en los placeres de la carne, negados para su edad.

En la escuela actuábamos normalmente, guardando el secreto de nuestros “rituales” y aguardando por que llegara la hora de salida y pudiéramos continuar explorando las delicias que nos otorgaba su cuerpito de niña.

Ya en la residencia del concejal, nos la pasábamos acurrucados en la sala, leyendo juntos abrazados mientras doña Ada realizaba las labores de la casa. La hermana se la pasaba limpiando y atendiendo las necesidades de ambos hasta la hora límites tras la cual dejaría aquella residencia al resguardo de vuestro humilde servidor que cuidaría a solas de la pequeña rubiecita de ojitos verdes.

Jamás se atrevió a dudar siquiera de lo cariñosos que éramos Francesca y yo. Nos dejaba vía libre y no se extrañaba por el hecho de que la nenita solo pasara el tiempo conmigo, sin saber que incluso éramos más “íntimos” cuando estábamos a solas.

De alguna forma esto gracias a mi cargo de sacerdote de la ciudad y superior a su posición. Mi autoridad sobre el pueblo se empezaba a notar cada vez más e incluso me hacía preguntarme cuantos más en el pueblo pensarían igual… ¡Aquello beneficiaría a mis planes con el Club!

Hoy era otro día de esos. Una tarde tranquila con mi pequeña novia que abrazada a mi lado leía un nuevo libro de imágenes didácticas de la Biblia que originalmente estaba dirigido a niñas de 10 años, pero siendo Francesca tan inteligente ella podía entenderlo e incluso leerlo con presteza.

Una vez doña Ada se retiraba de la residencia, la pequeña como de costumbre se ponía más cariñosa y se acurrucaba más a mi lado. Incluso era normal que ella solita me pidiera que fuéramos a su habitación para seguir con los ansiados “rituales” que tanto le gustaban por todas las sensaciones que recorrían su pequeño cuerpito de 6 añitos… ¡Y hoy no sería la excepción!

-Padre, ¿haremos el “ritual”? – me pregunta la nenita balanceándose en mi regazo y dejando el libro que leía a un lado, comenzando a dar saltitos sobre mi regazo. En sus ojitos verdes podía notarse una mezcla perfecta de inocencia y curiosidad.

Su candidez y prestancia por continuar con nuestros “rituales” me tenían embelesado al punto de que no pude evitar acercar su hermoso rostro al mío para besarla apasionadamente.

-…. Umm…- solo soltaba la rubiecita muy ávida en recibir los morreos que a sus 6 añitos ha aprendido a responder pese a su inexperiencia natural de su edad.

Nuestras lenguas se entrelazaban morbosamente y sin ningún recato, habiendo practicado lo suficiente en días pasados. Sin duda que mi noviecita ahora era muy hábil en los besos, llegando incluso a saber responderlos con sobrada destreza que no te esperarías a su edad.

-¿Quieres hacer el “ritual”, Francesca?- pregunto saliendo a flote de aquel beso interminable.

-Sí, Padre… Sí quiero…- jadea la rubiecita con sus mejillas sonrosadas después el intenso morreo.

-Muy bien, pero ¿recuerdas que dije nuestro siguiente “ritual” podría doler un poco?

-Sí, Padre…- asiente la nenita pestañeando un poco temerosa pero decidida al responder.

-Y puede que incluso te deje muy inflamada en tu “lugar especial”, ¿lo recuerdas?

-Sí, Padre…- repite Francesca cerrando por instinto sus piernitas en torno a su rajita. Aquella reacción natural ante su temor infantil me previno que sería mejor recordarle su decisión.

-Y recuerdas ¿qué prometiste ante nuestro señor en el “ritual de la verdad y el pecado”?- pregunto con la mayor decisión y grandilocuencia suficiente para convencer a una niña.

-Siii… Prometí que non lloraría porque las niñas que sirven a nuestro señor non lloran…- repite la criatura tal cual le hice recitar en el nuestro ritual.

¡Cuánta devoción! La rubiecita ansiaba seguir explorando nuestros “rituales”, sobre todo porque llevábamos tres días sin realizar ninguno ya que deseaba dejarla con las ganas para que así aceptara todo lo que se venía en este nuevo “ritual”.

Pese a su edad, logré picarla con el gustillo que sentía al estimular su cuerpecito de ángel de 6 añitos arrancándole placeres negados a su edad, además de dejarla con el deseo de volver a experimentar el roce de nuestros sexos.

Tras contarle el “ritual definitivo”, en el cual finalmente ingresaría con mi verga adulta dentro su vaginita infantil y sellar el trato con una breve ceremonia donde la hice recitar varias lecturas de la Biblia, procedí a detallarle que ya que habíamos rezado a Diosito no podíamos echarnos para atrás.

Sentí que su devoción flaqueó un poco al escuchar de mi boca que aquel nuevo ritual podría dolerle mucho en su rajita, que incluso era probable que sangrara y estaría adolorida tras ello. Fue en ese momento que la tranquilicé prometiéndole que incluso si eso pasaba, que no habría problema que luego podíamos seguir alabando y ya no le dolería más.

-No debes tener miedo, Francesca. Gracias a esto podrás ser otra niña “misionera” y alabar a Diosito. ¿Es eso lo que querías, no es así?- pregunto acariciando su sedosa cabellera rubia que llegaba hasta su espaldita cubierta por su vestidito.

-Oui, Padre. Quiero ayudar con los “rituales”- repite la pequeña.

-‘Tres’ bien, Francesca… porque a ti te gustan mucho los “rituales” y lo que hacemos en ellos ¿no es así?- pregunto esbozando una sonrisa para relajarla.

-Oui, Padre…- contesta la nenita sonriendo también.

-‘Tres’ bien, preciosa. Venga, vamos a prepararnos para el “ritual”- le digo dándole unas palmaditas cariñosas.

Ambos nos persignamos justo antes de salir al patio que tenía en una mesa grande todo lo que había preparado a espaldas de la hermana Ada que no pasó por el patio.

Al aire libre en aquel espacio cercado del exterior, los jardines de la residencia del concejal tenían un pequeño prado de verde intenso. Sobre él coloqué una mesa que arreglé con ofrendas, cálices y utensilios de misa que traje de la parroquia.

En frente de aquel altar improvisado coloqué un mantel sobre el césped y muy cerca una pequeña mesita móvil donde coloqué un plato con algunos “utensilios” que usaríamos en la ceremonia.

-¡Qué bonito! – exclama la nenita al ver todo arreglado y recorrer el césped retirándose educadamente sus zapatitos.

-¡Francesca! – la llamo al mismo tiempo que la nenita reacciona y recuerda que debemos persignarnos frente al altar.

Se disculpa y ambos nos colocamos en posición de rezo mientras oramos 10 padre nuestros y 10 ave marías, que antesala a un “ritual” importante como se lo hice saber antes de la ceremonia.

Su devoción era muy importante para seguir con el libreto que tenía planeado con mi pequeña noviecita. Una vez que acabamos me dispongo a pararme frente a ella colocándola frente mío.

-Ven aquí, preciosa…- le digo al mismo tiempo que tomo a Francesca de los tirantes de su vestido, jalándolos para levantar la prenda de su cuerpito.

La nenita estiró sus manitas al aire siendo desvestida con facilidad y quedando solo con sus braguitas blanquitas de seda que le compré con un lacito en forma de flor como adorno al centro. Su piel blanquita fue expuesta al sol radiante del día que nos recibía en su esperado “estreno” por todo lo alto.

Muy cerca nuestro estaba el plato ceremonial del cual tomé un velo blanco transparente junto a una jarra con agua bendita que había sido usada para purificar los artefactos para esta ceremonia.

Se quedó quietecita mientras le colocaba el velo sobre su cabello. La pequeña solo recibió el presente con total devoción, soltando algunos rezos en voz baja tal cual se lo había ordenado.

Allí estaba Francesca, solo en braguitas y sus medias blancas altas, llevando un velo cual si fuera mi pequeña novia y colocando sus manitas en forma de rezo. Su pureza angelical deslumbraba a cualquiera que la viera, contrastando su inocencia con la pecaminosa escena frente al altar improvisado en el patio para celebrar su desvirgación.

-Amén…- termina la rubiecita su rezo abriendo los ojos.

-¡Gloria al Señor! ¡Aleluya!- exclamo con la mayor grandilocuencia posible

-¡Aleluya! Ay… – repite Francesca muy devota, al mismo tiempo que se ve empujada por mis bríos al tomarla nuevamente de su pechito para dar inicio al “ritual”.

Y es que cual ávido catador de nenitas, comencé a besuquear directamente sus pezoncitos rosaditos mientras mis dedos profanos recorrían cada cm posible de su delicada figura de nenita.

-Jijij… Padre… Ah… Jiji…- suelta la rubiecita al sentir mi entusiasmo.

-Mmm…!! Bendito Dios que permites a Francesca recibir tu gracia y servirte…- recito tal cual para disimular la pecaminosidad de mis toqueteos, aun cuando la pequeña ya casi no necesitaba de ello para permitirme disfrutar de su cuerpito.

-Jiji… Ameen… Uhh… Ahh…-suelta la pequeña en respuesta solo interrumpido por un jadeo suyo cuando estaba muy desatado lamiendo sus pezoncitos.

Pocas cosas son tan gloriosas como recorrer el cuerpito de tan angelical criatura, cuya suavidad parece algo celestial e imposible de igualar por mujeres adultas. Las delicadas formas de aquel cuerpito perfecto a sus 6 añitos me dejaban embobado e incitaban a seguir recorriendo por todos sus rincones con mis hábiles dedos.

Sus formas infantiles fueron manoseadas hasta el último cm posible mientras Francesca recitaba sus oraciones en voz baja, tal cual sabía era el deber de una niña “misionera”.

Ido en deleite al saborear de tan hermosa criatura, bajé mis besuqueos pasando por su pancita en la cual hice un festín con mi lengua experta para bajar e impactar mi rostro contra su rajita cubierta por sus braguitas de nena.

-Mmm… MMMMMFFF!! -inhalo presionando mi rostro contra aquella tela que me separaba del paraíso terrenal. Pese a cubrirla, se podía marcar claramente aquella línea bendita que muy pronto recibiría su primer ‘visitante’.

-Jijij… Heureux ceux qui… habitent ta maison! – recita la nenita su salmo tal cual le enseñé en estas situaciones. Cuando se ponía nerviosa de tanto manoseo la pequeña cambiaba al francés, recordando un antiguo libro de salmos que leyó en su idioma natal.

-…. Perpetuamente te alabarán… MMMFF!! – completo el salmo volviendo a inhalar su aroma infantil de su truzita que llevaba todo el día.

-Jiji… Ils peuvent te… célébrer encore…Jiji…- repite la francesita sin poder contener las risitas por tanta estimulación. Todos nuestros actos la ponen muy contenta y curiosa por las sensaciones que su cuerpito experimenta a tan corta edad.

Con total emoción de un devoto por su diosa, tomé de los extremos de aquella truzita blanquita como su piel y deslicé lentamente hacia abajo revelando ante mí aquella rajita bendita por la cual salivaba desde hace rato… ¡Tesoro invaluable!

Era imposible no relamerme mirando aquella vaginita rosadita, esculpida por la naturaleza y de tan tierna edad que lampiña como estaba parecía saludarme y brindarme la dicha de contemplarla nuevamente con mis lujuriosos ojos.

-Muy bien, preciosa… “el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será esclavo de todos, que tampoco el Hijo del Hombre ha venido a ser servido si no a servir y a dar su vida como rescate por muchos” …- recité solemnemente mientras recorría mi lengua sobre su pequeño monte de venus, a solo cms de su rajita.

-Aaaaahh…Jijiji…- gime Francesca reaccionando divertida ante mis desesperadas lamidas sobre aquella parte muy sensible. Sus manitas seguían puestas en forma de rezo para permitirme recorrer fácilmente por la parte baja de su cuerpito.

¡Arrebato! Sin pensarlo dos veces, eché a la pequeña rubiecita contra el mantel dejándola boca arriba y abriéndose de piernas.

Francesca debía sentir mi respiración cerca de su zona especial, aquella ansiosa exhalación del ser devorador de niñas que ansiaba por degustar de sus mieles en otra ronda más de las tantas en estas semanas.

Inundado de aquella emoción que antecede a una nueva faena, procedo a no dejarla esperando por mis atenciones a su delicada vaginita que jugosa y dulce aguardaba por mis atenciones…

-…Gloire à Dieu, paix sur la terre…- suelto al mismo tiempo que deslizaba mi lengua definitivamente hasta llegar a su línea bendita que ya ansiaba devorar.

-…Glori…. Ahhh… à Dieu… Aaaaaaahhhh…-contestó Francesca gimiendo ante tal estímulo.

Pese a no necesitar salmos o palabras para justificar mis acciones, de cuando en cuando los recitaba en plena faena, añadiéndole más morbo a todo el asunto de disfrutar de su inocencia devota.

-Mmmm!!! Ohhh…. Mmmmm!!

-Aaaaahhhhh…. Padreeeeeee…- chilló fuerte Francesca cuando abriendo los pliegues de su rajita impulsivamente hurgué con mi lengua profana por toda la superficie de su infantil coñito.

¡Visitante ilustre! En aquel momento de máximo deleite me entraron unas ansias de devorarme como Dios manda aquella dulce panochita. Mi lengua como habitual recurrente de ese agujerito, osó posarse por donde le diera en gana, ensalivando copiosamente aquella perfecta vaginita infantil.

-Mmmmm!!! Sluurrrppp!!– sorbía ruidosamente sin miedo a ser descubierto. Como poseso por Eros, relamía su rajita infantil cual energúmeno se sacia del cáliz bendito y ha abandonado cualquier recato remanente.

-Ahhh… Ummmm….Padree…

La tenía abierta de piernas tomando con mis manos cada una para evitar que por instinto cerrara el acceso a su coñito infantil. Al mismo tiempo procuraba tranquilizarla y en cambio permitir que cerrara su amarre en torno a mi cuello para de esa forma pudiera desahogarse con libertad al experimentar todas esas sensaciones que le brindaba su rajita.

-Ummm….uuuumm….- Francesca entrecierra sus ojitos mientras soporta todo el tratamiento a su rajita. Tan sensible como era, al comienzo cualquier contacto a su tesoro la hacía gemir fuerte, pero conforme pasaban los minutos de lamidas se calmaba pese a su corta experiencia.

Contentísimo que la pequeña se va acostumbrando a mis lamidas me dispongo a intensificar el nivel de las sorbidas a su delicada vaginita de ángel.

-Sluuurrppp!!! Slurrrppp!!- descaradamente comienzo a sorber con más fuerza aquella conchita.

-Padre… Padreeeeeee… Aaaaaahhh….-chilla Francesca tomándome del cabello e instintivamente queriendo alejarme, mientras temblaba extasiada sobre el mantel por el baño de sensaciones que acaba de recibir nuevamente con aquel movimiento.

¡Pese a conocerlo aquello no le impedía gritar como loquita por tal sorbida!

-¡SLURRRPPP!! ¡SLURPPP! – ni tonto ni perezoso, y sabiendo que la pequeña era hipersensible, continué sorbiendo como desquiciado por arrancarle su primer orgasmo del día.

-Aaahhhh…. Padreee… Ummm… Ahhh!!!! – chilla Francesca con sus ojitos llorosos de placer.

-Mmmm!!! SLUUUUUUURRRPPP!!!! recité un último salmo, apenas instantes de darle una tremenda sorbida que levantó de la cama a la pequeña rubiecita.

-Ahhh…. Aaaaaaaaaahhh…- gime rico Francesca con su vocecita de ángel, liberándose en un gritito celestial…

¡Primer objetivo cumplido! Casi que se levantó totalmente del suelo, pegando instintivamente su rajita a mi rostro como desesperada por aquel orgasmo…. ¡Espectacular!

Ya en ese punto, incluso no tenía que hacer ningún esfuerzo por adornar mis rituales pecaminosos con salmos. Ya embarcados en el asunto, nuestros instintos nos decían que podíamos continuar sabiendo que el placer era la principal vía y excusa para la consecución de estos “rituales” benditos que ambos disfrutamos.

Francesca se quedó echadita sobre el mantel abierta de piernas, mientras me dejaba internarme en su abertura para sorber sus juguitos de princesa… ¡Delicia celestial!

Se me hacía tan linda verla echadita, retorciéndose por los placeres que iba aprendiendo a sus 6 añitos. Sin duda que las niñas de su edad pueden dejarte embelesado de ternura al verlas disfrutar ante tus ojos de su sexualidad a tan temprana edad.

-‘Tres bien’, preciosa… Lo hiciste muy bien… Muack!- concedo al mismo tiempo que le doy un beso a su rajita ya coloradita con tanta estimulación.

-Jijiji… Merci, Padre…- responde la nenita, al mismo tiempo que me observa quitarme la sotana para revelarme ante ella. No era la primera vez que me desnudaba frente a ella, por lo cual la pequeña solo atiene a persignarse nuevamente sabiendo que está cerca una nueva fase del “ritual”.

Ya con la verga a tope procedo a exhibirme frente a aquella nenita desnudita solamente ataviada con su velo de novia infantil y sus pantimedias blancas que le llegaban a la rodilla.

-Muy bien, Francesca… Es hora del “ritual definitivo”…- suelto volviendo a encimarme sobre mi pequeña novia que echadita sobre el mantel sagrado abre sus piernitas para recibirme.

Francesca vuelve a persignarse y cierra sus ojitos recitando unas oraciones mientras aguarda por que coloque mi miembro rozando la superficie de su coñito infantil.

¡Delicia de los dioses! Sentir aquella grutita húmeda con mi propia verga es sin duda uno de los placeres que no puedes olvidar una vez estas tan metido en tu papel de amante de las niñas.

-Um…Notre âme s`est échappée comme… – recita Francesca abriendo sus ojitos verdes y observando como mi verga se desliza por todo el contorno de su lugar especial, abriendo sus pliegues a voluntad.

Quebróse el lazo, y escapamos nosotros…- completo al mismo tiempo que comienzo a presionar por ratos sobre su rajita con la punta de mi miembro ya inundado de líquido pre-seminal.

Aquella dulce sensación (de sentir los pliegues infantiles de su vaginita divina) volvía a enloquecerme, al punto de transportarme a tiempos donde desvirgaba a tantas otras criaturas de su edad. La dulzura de Francesca echadita y aguardando la penetración era completamente adictiva.

-Um… Ayy… Ayyyy!!- se quejó la rubiecita al sentir la presión de aquel invasor que forzaba su entradita. La pequeña hacía lo posible por mantener sus manitas en posición de rezo.

En pose de misionera y con sus piecitos sujetados por mí, Francesca suelta unas lágrimas cada vez que sentía aquel dolorcito en su lugar especial. Aquella dulce telita que la protegía del invasor hacía lo posible para mantener su pureza reclamada por su querido sacerdote que la deseaba con locura.

Nuestra alma escapó cual ave del lazo de los cazadores… Ufff…-bufo recitando el salmo para recordarle su promesa, intentando mantenerme cuerdo y no avanzar muy violentamente El sudor comienza a caer de mi frente al encontrarme en tal estado de enajenación con mi pequeña novia.

Y es que la verdad que yo estaba muy ido en mis deseos copulatorios hacia Francesca. Si bien el romanticismo me ganaba al verla tan hermosa rendida a su devoción y obedeciendo los designios de su sacerdote, también me ganaban los ímpetus lujuriosos que sentía al desvirgar a una nueva nenita.

Le filet s`est rompu… Ahhh…. et nous nous sommes échappés… Ayyy…- contesta Francesca cerrando sus ojitos cada vez que empujaba mi vergudo.

Su pequeño himen parecía interponerse a lo inevitable pero ya con mi experiencia sabía que empuje realizar para desvirgarla sin tanta violencia. Las ganas por ingresar en su interior de una buena vez se entremezclaban con los deseos de mantenerme presionando y palpando tan de cerca su pureza natural… ¡regalo bendito que le dio el Señor!

Tantas nenitas habían pasado por mí y tantas desvirgué pero sin duda la “inauguración” de Francesca era un evento sin igual. Pocas veces me había enamorado tanto de una nenita más allá del innato deseo sexual que sentía por ellas.

Anita volvía a mi mente como recordándome aquellos viejos tiempos tan hermosos y que ahora disfrutaba al tener tan cerca la “pureza” de Francesca. Sin duda, comparo a ambas nenitas y están muy cerca de despertarme el mismo grado de pasión. Las dos nenitas de las cuales me enamoré.

No deseaba que Francesca sufriera más de la cuenta por mis vacilaciones, así que decidí ir a por todas de una vez. Con sumo cuidado preparé el asalto definitivo hacia aquella entradita que rozaba y rozaba y ya estaba rojísima de tanto morreo entre nuestros sexos.

Flexioné las piernas una última vez y me dispuse a empujarme de una hacia las profundidades del paraíso terrenal que se me ofrecía con total devoción en forma de aquella criatura de 6 añitos.

-Umm! Ayyyyyyyyyy!!! Uhhhh…- sollozó Francesca sin poder evitar agarrarse de mí y arañarme con sus manitas en un intento natural por aguantar el dolor de la penetración.

-Uffff…. Fracescaaaa!! OHHHHH!! – exhalo al por fin sentir el interior de mi pequeña novia.

¡Destellos refulgentes! ¡Querubines angelicales! Finalmente el Padre Arturo visitaba aquel paraíso terrenal junto a su niña misionera. Finalmente lograba clavar su bandera en aquella criatura angelical que solo aguanta valientemente el dolor, guiada por su fe en el sacerdote del pueblo y amigo de confianza de la familia.

¡Calidez infantil! Al ser recibido por la grutita de Francesca siento como mi miembro es abrazado por el interior de su vaginita de princesa que no deja de bañarme de éxtasis al sentir tremenda estrechez propia de una niña de 6 añitos que acababa de perder su virginidad.

Sin duda penetrar aquella dulce rajita era una experiencia de otro nivel. No tiene punto de comparación el poder abrir sus pequeños pliegues e inaugurarla a un nuevo mundo de placeres que aprendería a disfrutar a tan corta edad.

La pequeña rubiecita se lleva las manitas a la boca intentando no gritar mucho. Sus ojitos no dejan de lagrimear mientras soporta valientemente el dolor que proviene de su lugar especial.

-¡Umm!… ¡Uhhh!…. Padre… Padre… – repite la pequeña con su vocecita algo quebrada.

-Uffff…!! Francesca… Francesca…Ohhh…- exhalo intentando seguir cuerdo ante su ternura y el enorme placer de mantenerme dentro de su coñito infantil finalmente inaugurado por mi verga.

Nuestros sexos se fundían en uno solo al mismo tiempo que una línea roja tan fina sobresale indicando la pureza que acaba de ser tomada por vuestro humilde servidor que añadía a Francesca en su lista de nenitas que disfrutan los placeres negados para su edad.

Sin embargo, ella estaba a otro nivel, quizás hasta fuera digna de ser agregada a la misma lista que pertenecía Anita. Sin dudas era una experiencia que no podía ser tomada como cualquier otra.

-Ay… Padre… Ay…- murmura la nenita cuando siente que comienzo a moverme un poco dentro de ella. Era inevitable quedar prendado de su ternura y del enorme deleite de palpitar dentro de su coñito infantil.

-Ufff.. Tranquila, preciosa… UFFFF!!… Resiste, como una niña “misionera”… ¡RECUERDA LA PROMESA A DIOSITO! – exclamo procurando mantenerme cuerdo mientras me bañaba de éxtasis al sentir su interior aprisionarme la verga con su estrechez divina.

¡Dolor mezclado con placer celestial! Mi miembro era repelido instintivamente por aquel agujerito que detectaba un invasor muy reacio a marcharse de sus dominios. Pese a los temblores naturales de Francesca yo sabía cómo presionar para evitar salirme de su rajita y de esa forma pudiera seguir pegado a ella.

-Ayyy… Ahh… Padreee… Padreee…- gime la rubiecita con su velo de lado, cerrando sus ojitos del esfuerzo mientras las lágrimas siguen cayendo. Aún con todo eso puedo notar que la pobre hace todo lo posible por estar a la altura de su devoción de niña.

-Uffff!! Francesca, recuerda que eres una niña valiente…. Ufff!! Recuérdalo…. Ufff!!- la tranquilizo al mismo tiempo que vuelvo a sacudirme dentro de ella, entrando y saliendo lentamente de su rajita celestial que me apretujaba a montones.

-Uhhh… Me duele… Padree… me dueleee….- suelta Francesca siendo sacudida sobre el mantel donde caen unas gotas que probaban la pérdida de su virginidad a los 6 añitos.

Entraba y salía de esa rajita poco a poco, pero con mayor frecuencia cada vez, intentando que la pequeña fuera acostumbrándose a mi grosor. Era necesario imponerme ante esa estrechez y usarla para darme placer y posteriormente también a la pequeña debajo de mí.

¡Vaya locura! ¡Vaya deleite! Sin duda las rajitas infantiles son cosa de otro mundo. No hay sensación más placentera que penetrar a tu nenita amada, sobre todo si es tan hermosa y tierna como lo es Francesca a sus 6 añitos. Sentir como de estrecha te recibe y como instintivamente cierra sus piernitas que tu abres para facilitar la penetración debe ser de las experiencias más grandiosas que puedes experimentar en la vida.

-¡Francesca! Uff… Resiste y pronto pasará el dolor… Ufff!! ¡Resiste, mi amor!- exclamo ido en mis sentimientos no solo de copulador sino de amante de esa pequeña criatura que robó mi corazón y a la cual deseaba confortar con todo el amor posible.

-Uhhh… Padreee… Uhhhh…- murmura la nenita sollozante, retirando sus manitas del rostro y colocándolas a un lado para abrir sus ojitos y dirigirlos hacia mí.

¡Uno frente al otro! Nuestras miradas se juntaron y nos entendimos tácitamente, al punto de saber que llegaríamos hasta el final del “ritual” que tanto llevábamos esperando.

Podía notar en sus ojitos llorosos la misma devoción que recordaba en mi tierna Anita cuando la inauguré y llorosa la pobre también supo resistir aquellos dolores que pronto se convertirían en placer.

-¡Uhhh! ¡Uhhh!

-Uff!! Ohhh!!

-Uhhh!! Padree!!

-Ufff!! Francesca!

Seguía moviéndome dentro de ella, procurando buscar aquel pasaje prometido tras el cual la pequeña finalmente dejaría el dolor atrás y el roce continuo de nuestros sexos la bañaría con el fruto prohibido que la volvería adicta sin saberlo a los placeres de la carne.

Podían pasar minutos, horas o no sé cuánto tiempo, pero estaba seguro que lo encontraríamos. Sin duda que lograríamos aquel preciso empuje a partir del cual dejáramos atrás su sufrimiento para reemplazarlo por gozo que bañaría todo su cuerpito de nenita.

-Ayyyy…. Padreee…Ayyyy….

-Ohhhhh!!!… Uffff!!…. Ohhh!!!

-Ummmm…. Ayyyy….Padreee… ahhhh….

-Ohhhhh!!… Ohhh!! Francesca!! Ohhhh!!

-Aaahhh… Ayyy….!! – gime Francesca con sus chillidos cada vez más agudos pero cambiando un poco el tono de estos. Parecían casi más como los de unos gemidos más que de quejidos.

-Ohhhh!! Francescaaa!!

-Aaaahhhh… Padreeeeee….!!… Ahhh!!- suelta la rubiecita unos gemiditos dulces y agudos.

-Ufffff!! Ohhhh!!

-Ahhhh!! Ummm!! Ahhhh!!- gime nuevamente Francesca ya sin sollozos… ¡Increíble!

Tras algunos minutos, abrí los ojos que había cerrado por el extremo deleite de gozar su estrechez infantil para contemplar una escena completamente distinta del comienzo del ritual.

-Ohhhhh!! Ufff!!

-Aaahhh… Aaaahh….!!

-Ohhh!! Uffff!! – sigo empujándome dentro de la nenita que ya no sollozaba sino que al contrario parecía emitir dulces gemidos cada vez que me movía dentro de ella.

Sus manitas de la rubiecita se sujetaban del mantel mientras seguía concentrada en experimentar aquellas nuevas sensaciones que bañaban todo su ser.

-Aaahhh… Aaaahh….!! – gime Francesca con sus ojitos abiertos y mostrando una expresión que ya conocía y le había visto cuando le daba tratamiento oral a su rajita. Aquella expresión de deleite que tanto busco en mis niñas favoritas que disfrutan de los placeres de la carne.

-Ohhh!! Francescaaaa!!

Sus lágrimas seguían pero ya no lloraba de dolor, al contrario ahora parecía que estaba siendo estimulada por algo superior. Por alguna razón la expresión de su rostro cambiaba y se notaba en sus ojitos verdes, los cuales parecían expresar el nuevo placer que comenzaba a crecer en su cuerpito.

-Aaaaaaahhhh… Padreeeeee….!!

-Hoooo!! Ufffff!!

-Aahhhh!!! Aaaaaaahhh!!!

-Hoooo!! OHH!!! UFFFFF!! –

-AHHH!!! PADREEEEEEE!!!

Ya ido en el enorme placer que tanto imaginé disfrutar con mi pequeña novia, me dejo llevar por completo por el éxtasis que invade todo mi cuerpo al penetrar su rajita infantil. Sus gestos me dicen que puedo ir más rápido y así acostumbrar prontamente su conchita tales trajines.

¡Espasmos de placer en ambos! ¡La danza profana aumentaba el ritmo!

Sin duda el estar dentro su conchita rosadita y abrir aquellos labios infantiles con mi falo duro como una roca era una experiencia excitante. Escuchar los gemiditos de Francesca cada vez que empujaba más rápido era una sensación en extremo delirante.

-Ohhhh!!! UFFF!!! FRANCESCA!!

-UMMM!!! AHHH!! PADREE!!

-Ohhhh!!! OHH!!!

-AHHH!!! PADREEE!! PADREE!!

Era muy morboso que en aquel patio decorado como para una ceremonia litúrgica se escucharan gemidos y bufidos tan intensos de ambos seres que no deseaban detenerse y solo se entregaban al enorme placer carnal que los devora. Estaban tan absortos en lo suyo que parecían olvidar que colina debajo de aquella residencia había un pueblo que no tenía idea que sacerdote y niña misionera sacudían los cimientos de la moralidad.

-OHHHH! HOOOOO!!!!

-AHHHH!! AHHHHH!!

-UFFFF! FRANCESCAAA!!!!

-AHHHH!! PADREEE!!

Entrando y saliendo una y otra vez de la rajita de Francesca me perdía por completo en aquel placer prohibido, no podía contar los minutos que pasaban hasta que no pude resistir más.

Verla toda excitada, con su mirada perdida en gozar de nuestras sacudidas y su inocencia de creer estar realizando un “ritual” sagrado; todo ello era algo muy morboso y difícil de aguantar como para no dejarle de una vez su premio tan bien ganado.

Tenía que derramar dentro de ella aquello que llevaba aguantando por días para dejarle una carga que mereciera todos sus esfuerzos y la bañara con aquel fluido que a partir de ese día recibiría cual si fuera una bendición celestial de su sacerdote favorito.

¡Y no fue difícil invocar la “bendición”! ¡Era algo inevitable!

-OHHHHH…HOOOOOOOOOO!!!-exhalo poseso de placer llenando la panochita de mi pequeña novia con la carga prometida que se exultaba al ingresar dentro de aquellos confines.

-AHHH…. PADREEEEE…-gime Francesca sintiendo que la llenaban por dentro con aquel líquido prometido y del cual debía estar agradecida con su sacerdote que le permitía se participe de tan sagrado ritual.

¡Espectacular! Aun puedo recordar aquella imagen de mi miembro expulsando toda mi leche dentro de su rajita de princesa y desbordándola hasta emerger de ella. Francesca sin duda era un manjar de nenita imposible de comparar con cualquier otra niña. Sus gestitos infantiles mientras gemía siendo rellenada como pavo en Navidad con aquel líquido “sagrado” eran para retratarlos en un cuadro para la posteridad.

La pequeña rubiecita se deja llevar completamente por la gracia de Afrodita que baña sobre ella todo el prohibido y excitante placer, vedado para una nenita de su edad, que la tiene lagrimeando y con sus ojitos cerrados por el esfuerzo…. ¡Delirante paisaje!

Tremendo orgasmo se había llevado la pequeña de 6 añitos. Allí estaba mi pequeña Francesca, echadita sobre aquel mantel, gimiendo entrecortadamente por todo lo sucedido.

De su panochita emergía la “gracia” que había derramado dentro de ella mientras aún temblaba por momentos debido al nuevo orgasmo que vivía a tan corta edad. La rubiecita sudorosa y con sus ojitos verdes húmedos jadeaba entrecortadamente mientras asimilaba lo sucedido.

Me acerqué a su lado con tantas cosas por decirle. Tenía ya preparado un libreto para tranquilizarla y mis típicos engaños de como a partir de ahora podría disfrutar.

Sin embargo, solo me quedé contemplándola mientras acariciaba su sedosa cabellera rubia aún cubierta por su velo de novia. Era tan hermosa en ese estado que me permití disfrutar un poco más de esa imagen.

No había que apresurar las cosas. Se notaba que la pequeña estaba exhausta para esta primera vez. Sus jadeos no se detenían aunque iban menguando en intensidad. De alguna forma parecía necesitar ser confortada antes de continuar con cualquier nuevo “ritual”.

Con eso en mente, decidí echarme a su lado en ese gran mantel y contemplar el cielo azul de aquel pueblo mientras acariciaba su cabellera y le daba un beso en su mejilla. La moví hacia mí para que se me pegara y hacerla sentir que estaba a su lado y la protegería en este nuevo camino.

En ocasiones las palabras sobran y así lo entendimos ambos, mientras permanecimos reposando en el patio. Ya habría tiempo para lo demás. Muchas experiencias se nos avecinaban.

Con el pasar de los días iríamos aventurándonos más en este nuevo mundo que Francesca descubría a la tierna edad de 6 añitos. Yo me encargaría de enseñarle a disfrutar de los placeres de la carne y a usar su cuerpito para dar y recibir aquel éxtasis que tanto nos encanta a ambos.

Ni siquiera sus papitos serían impedimento para desarrollar nuestra “relación” de sacerdote y nenita. Ya tenía en mente un nuevo plan para apartarlos. Incluso tenía un plan para incluir a Susi en nuestros “rituales”, tal y como leyeron en el relato anterior. Pero eso… eso será motivo de otro relato. Hasta entonces.

12 thoughts on “Confesiones del Padre Arturo: Exilio parte 7

  1. Estimados lectores,
    Es con gusto que os traigo un nuevo relato de la saga Exilio. Ya con esto me parece que nos vamos poniendo al corriente tras mi ausencia prolongada.
    Espero poder compartiros un nuevo relato pronto, asi que tambien os aliento a escribir sus impresiones para saber que os ha parecido.

    Abrazos a todos

    AS

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    1. Revmo. Pe. Arturo,

      Saudações fraternais!

      Obrigado e parabéns pela nova publicação de Exílio. A inclusão de Leidy e Francesca foi uma delicadeza e gentileza para com seus leitores e fãs! Muito obrigado!!! Espero firmemente que numa próxima oportunidade Leidy seja plenamente penetrada, “hasta los huevos” (correto?), mas que não passe o tempo de sua tenra idade! E que Francesca passe da fase de “Rituais preparatórios” para um grande “Ritual Sagrado”! Explico: é delicioso acompanhar a devoção e dedicação de suas pequenas auxiliares… Mas imagino poder ter a graça de vê-las não apenas em ritos simulados ou preparatórios…. Mas num verdadeiro Rito Sagrado: numa Missa verdadeira, dentro de uma Capela de verdade… Nossa! Fico imaginando: o santo e dedicado sacerdote Arturo, devidamente paramentado (mas com aberturas na batina e na alva sagrada para que o membro casto e consagrado possa cumprir sua missão) celebrando o Santíssimo Sacramento da Eucaristia, consagrando as espécies enquanto penetra profundamente uma de suas auxiliares apoiada no Altar Sagrado de uma capela ou igreja! E depois de comungar ministrar também o Santíssimo à sua pequena devota (bem que poderia ser numa Primeira Comunhão).

      São fantasias, mas adoraria vê-las realizadas em sua maravilhosa Obra Literária!

      Muito obrigado! Um fraterno abraço!

      P. Armando.

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  2. ufff que relato más hermoso, Leydi es una nena que tiene mucho que aprender ella sin duda va a servir para obtener más nenitas

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  3. espero estes bien padecito, y cuando sale rebeka o exilio, con imagenes como lei en un post antiguo. suerte ta gueno el blog

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  4. Muchísimas gracias padre por continuar con estos relatos, soy un fiel seguidor desde la época de Anita y Sofí, y me encanta la Rebeca dentro de la historia principal. Siento una enorme curiosidad por saber que le pasará a la nena y su “regresión” y que otros acontecimientos le esperan en su exilio a Arturo. Sin duda que mi esperanza esta puesta en que prontamente pueda averiguarlo. Nuevamente es un placer leer estos relatos

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  5. espero por rebekaaa.. padecito, uf ya me dio la gripe, y el relato pa cuando.

    primero salud y q este bien, cuales son los proximos titulos.

    quizas rebeka ya tiene una sucesora mas joven de su calibre o superior?

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